La mujer del Cesar

Sí, bien se sabe: no solo tiene que ser honrada, sino también parecerlo. E igual sucede con los césares, trátese de funcionarios públicos o empresarios que tienen obvios contactos con el Estado.

El manejo del dinero de todos tiene que tener garantía de pulcritud. No puede sospecharse siquiera que fulano recibió dinero de mengano, destinado a apoyar su campaña política en ánimo de recibir “trato especial” luego de la victoria.

La imagen presidencial por ejemplo, se deteriora cuando comienza a circular la sospecha de que tales y cuales financiaron parte de los gastos de campaña y luego fueron favorecidos con este o aquel contrato de obras públicas (con el debido sobreprecio).

El colmo es saber que parte de esos aportes no los hicieron solamente empresarios privados de grandes corporaciones nacionales y extranjeras. Los realizaron también organismos del Estado de ámbito provincial y nacional. Esas denuncias no pueden quedar como anécdota de la picardía criolla. El honor de la República requiere de un completo esclarecimiento y las consiguientes sanciones.

Recuerdo yo que la señora fiscal, recién posesionada, señaló que en el gobierno actual subsistía gente de malos hábitos del gobierno anterior, que seguía haciendo de las suyas. Convendría que ahora, en pleno ejercicio de sus funciones, salvo los palos en la rueda que parece le pone el Consejo de la Judicatura, la señora fiscal sea más explícita.

Por lo demás, volviendo a los comportamientos de los cónyuges, sean estos masculinos, femeninos o del mismo sexo, de los funcionarios de que se trate, sin duda que los mismos deben de ser ejemplares. Hay demasiados casos donde el desempeño del que ejerce funciones públicas es más o menos decente, pero su consorte es ampliamente sospechoso de estar aprovechando el poder transitorio del que goza para lograr un visible enriquecimiento ilícito, fácilmente detectable en la ropa que usa o en lo que compra cuando viaja.

En definitiva, más allá de los discursos o la antigua y fervorosa práctica de que negar es padre y madre, la majestad del poder requiere absoluta transparencia en su ejercicio.