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Mordaza politica

Escuché de alguien con vinculación al deporte y al Gobierno, la necesidad de eliminar el “camisetazo”, como denominó al cambio de partido o grupo político, la inobservancia de las resoluciones partidistas y el no acatamiento de las disposiciones de sus líderes. Para ello proponía una reforma legal que establezca la pérdida de la dignidad alcanzada por votación popular. Comparto la opinión de eliminar la mala práctica de los tránsfugas políticos, que cambian de ideología o agrupación a otra, por prebendas, favores, cargos, y hasta decían que por el hombre del maletín: ese es el verdadero camisetazo. Pero no comparto que pierda la dignidad lograda por elección popular, aunque haya estado auspiciado por un partido político.

Digo esto porque el electo al cargo o función es la persona que participa y no el partido que lo auspicia obligatoriamente, porque para intervenir debe estar afiliado o auspiciado por un partido político. Diferente es cuando lo designa el partido para una representación por la tienda política.

De existir una disposición legal de ese tipo, sería una “mordaza política” que legitima al asambleísta o dignatario sin méritos ni criterio propio, obsecuente, sumiso y obligado a obedecer todo lo que le diga el líder o el partido, porque en caso de no acatar las órdenes, por absurdas e ilegales que fueren, sería expulsado de la agrupación y perdería la designación obtenida por sufragio directo y popular.

La ley, reglamentos o los partidos políticos, no deben limitar a los libres pensadores para actuar conforme lo dicten su conciencia, principios y valores ciudadanos, mientras se encuentre apegado a la Constitución, la ética y moral. La calentura no está en la sábana. Para evitar el camisetazo se debe escoger como candidatos no solo a quienes les den más votos, sino a los más competentes, probos, honestos, con sólida trayectoria profesional y especialmente, con valores ciudadanos, principios éticos y morales, que les importen sus apellidos por el significado de la honestidad y honradez, y que consideren como la mayor sanción el escarnio, la afrenta y el reproche social.

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