La señora Feliza señala el espacio donde se encuentra San Sebastián. Según la leyenda, esa era la ventana por donde salía Almeida.

Un monasterio de Quito es cuna de la famosa historia del padre Almeida

El barrio San Diego alberga un tesoro patrimonial.

La tarde amenaza con una pertinaz lluvia. Las gruesas gotas empiezan a caer en Quito - Ecuador, mojando todo a su paso.

Aquel panorama gris se toma la urbe, sin que sea excepción el barrio de San Diego, en el centro capitalino. Allí, el único lugar para resguardarse, aunque sea un momento son las viseras de los locales de flores que están a la entrada al cementerio que tiene la zona.

A pesar del frío, Amparo Iturralde se mantiene en pie al frente de su negocio de este tipo de adornos. “La venta se ha convertido en parte de la tradición del barrio”, comentó.

Aunque suene contradictorio, Iturralde menciona que el cementerio da vida a las ventas que se hacen. Ella tiene 52 años y ha vivido gran parte de ese tiempo en San Diego.

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Recuerda lúcidamente que sus abuelos regentaban el conocido restaurante El Descanso. Este se ubicaba en la entrada al camposanto, por la calle Chimborazo.

“Era un sitio ideal para las personas que salían visitando a sus muertitos y deseaban comer”, cuenta la mujer. Los platos eran tan variados que iban desde las humitas, caldo de patas, hornado hasta las agüitas de canela, para las frías tardes quiteñas.

Feliza Guerra, guía de planta del museo Franciscano Padre Almeida, tiene una memoria brillante. Ella es la encargada de mostrar, en los recorridos, las maravillas con las que cuenta este lugar, empotrado en el barrio de San Diego, en pleno Centro Histórico de Quito.

La señora cuenta, con toda lucidez, que el monasterio se construyó en 1.597, en aquella zona que, en ese entonces, carecía del caserío que es ahora. Un vasto campo lo rodeaba y el espacio religioso iba tomando forma, en una naciente ciudad.

El edificio eclesiástico era tan lejano, que las personas que lo residían tenían que cruzar dos quebradas para ir al centro de la urbe. Con el paso de los años, todo se fue urbanizando y el convento formó parte del centro capitalino.

Fue una casa de retiros espirituales, tanto para hombres como mujeres. Aunque, claro, se lo hacía por separado: dos semanas para unos y otras dos para las damas.

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Para 1.978 se inició la recuperación arquitectónica de la construcción. Fue así que dos años más tarde se hizo la apertura del actual museo del Padre Almeida

Los recorridos para conocer el emblemático museo duran aproximadamente una hora. La señora Feliza explica que el sitio fue declarado como Patrimonio Cultural y su nombre se debe al franciscano Manuel de Almeyda.

Él ingresó como eclesiástico, a los 17 años. Fue autor del ahora conocido Dulce Jesús Mío, villancico característico en Navidad. Aunque también es el personaje que se escapaba por las noches para las parrandas con amigos.

Lo hacía trepándose un Cristo, que le habló y le dijo:_¿Hasta cuándo padre Almeida?, respondiendo:_Hasta la vuelta, señor.

Desde entonces, San_Diego no solo ha sido cuna de leyendas, sino también de actividades tradicionales del Quito de antaño.

DATO

Los barrios

El monasterio fue fundado en 1597 por el padre Bartolomé Rubio. La donación de terrenos por parte de familias acaudaladas permitió la extensión de ese lugar.

Algunos moradores de otros sectores se unen para las actividades que se hacen en la zona.