Tétrico. Algunos moradores, cuando llegan al sitio, tocan el suelo y se santiguan antes de cruzar el misterioso lugar.

El misterio ronda a un tunel de Conocoto

Se cuentan muchas historias de terror en torno a la oquedad. Muchos obreros que lo construyeron murieron en el sitio.

Entre valles y montañas se encuentra ‘escondido’ el barrio San José de Oleas, en la parroquia de Conocoto, centro oriente de la capital.

Para llegar al caserío, donde los habitantes en su mayoría son familiares y se cuidan los unos a los otros, se utiliza un camino empedrado que colinda con una quebrada y hondonadas.

No muy lejos del sector habitado, en una zona paradisíaca, donde abunda la vegetación y cruza el río San Pedro, se encuentra un misterioso túnel, que según cuentan los habitantes fue construido en 1958.

En la obra habrían trabajado gran número de obreros de la construcción, que fueron contratados en esa época por los encargados de estación eléctrica, que existe entre las lomas que guardan misterios. En esa construcción peligrosa, bajo la montaña rocosa, varios habían fallecido en distintas circunstancias.

Caminar en las noches o madrugadas por la estrecha calle cercada de matorrales o arriesgarse a cruzar el túnel es para que los pelos se pongan de punta y el corazón acelere los latidos. Se escuchan lamentos, llantos, gritos, y aseguran aparecían los fantasmas, que se hicieron leyenda y quedaron grabados en la mente de los antiguos habitantes. Quienes vivieron en carne propia el espanto por el aparecimiento de los seres del más allá.

Josefina Paucar sonríe antes de recordar lo que tuvo que vivir cuando se hizo del amor de su vida, a quien tenía que ir a ver antes de que caiga la noche, cuando no llegaba del trabajo. “Yo viví en La Armenia tres años, cuando me casé tuve que venir a vivir acá porque mi papá me dio un terreno y construí mi casa.

Recuerdo que una tarde, a eso de las 17:00, cuando iba a mi hogar, apareció por el túnel un hombre pequeño y cabezón, tenía su parte íntima al aire, muy larga y que se se movía de un lado al otro, sin embargo no me causó miedo”. Esa figura misteriosa le hizo recordar a la señora, de 65 años, lo que le había contado su abuela sobre la leyenda de chuzalongo, un ser que aparecía completamente desnudo y se metía a la quebrada, donde el agua empezaba a sonar con más fuerza. “Sin temor me acerqué al río y vi cómo ese ser extraño estaba acostado, como estaba embarazada, me asusté y salí corriendo”, acotó la mujer.

Luego de esa vez, la madre de familia, quien tenía 25 años, pasaba por el lugar más temprano para no encontrarse con el fantasma del río.

En otra oportunidad, en la madrugada, un pariente de Josefina, en la entrada del túnel, se topó con un hombre corpulento, como Dios lo trajo al mundo, que le impedía el paso. El morador se armó de valor, se sacó la correa e hizo huir al ser extraño, quien se lanzó al río y desapareció entre lamentos. Pero en el camino desolado, no solo aparecía el fantasma del ser desnudo, sino también unos extraños bultos con luz, que según los mayores eran muertos.

Los fallecidos habrían sido trabajadores que empedraban la carretera y en el momento menos pensado quedaban atrapados por los derrumbes de las peñas.

Movilización:

Conocoto está a aproximadamente 40 minutos desde la capital. Tomar la avenida Simón Bolívar, si va en vehículo propio, sino ir hasta el Playón de La Marín y coger los buses.

Restaurantes:

Los lugares típicos de la zona se ubican en las calles Bolívar, Eugenio Espejo y Montalvo. Desde hornados hasta comida marinera.

Hoteles:

Los visitantes pueden hospedarse en hostales y hoteles que tienen precios desde los 27 dólares. Para ubicarse de mejor manera, la mayoría de sitios de descanso están alrededor del parque La Moya.