Miss Inesita, la mujer polifuncional del Delfos
Tenía 18 años y aún no se graduaba de bachiller, cuando María Inés Obregón Flores incursionó en la docencia. Se desempeñó como maestra de preparatoria (ahora Educación Inicial) en el colegio La Providencia.
Tenía 18 años y aún no se graduaba de bachiller, cuando María Inés Obregón Flores incursionó en la docencia. Se desempeñó como maestra de preparatoria (ahora Educación Inicial) en el colegio La Providencia.
Allí trabajó seis años y tenía a su cargo a cerca de 89 estudiantes a quienes impartía conocimientos, formación en valores y los preparaba para los exámenes orales que, en esos tiempos, debían rendir para aprobar el periodo lectivo.
Luego incursionó en el colegio Letras y Vidas, donde se desempeñó como maestra de la sección primaria y subdirectora del plantel en el que estuvo más de dos décadas.
Hoy, ‘Miss Inesita’, de 88 años, como cariñosamente la llaman alumnos, maestros y empleados, labora como auxiliar de la dirección de la Unidad Educativa Delfos, donde ingresó hace 12 años.
Allí se encarga de varias labores administrativas como el manejo de la caja chica, el control del bar escolar y otros asuntos que le permiten estar en contacto permanente con los alumnos a quienes afectuosamente llama ‘sobrinos’.
Ella firma cheques, permisos a maestros, trabajadores y estudiantes y dispone el pago de planillas de servicios básicos. “No soy abogada, pero actúo como representante legal del colegio”, dice con orgullo, para resaltar la confianza que le tienen los directivos del plantel.
Permanece ocho horas en el colegio y conoce a todos los estudiantes, quienes durante la jornada de recreo la buscan para pedirle algún consejo familiar o relacionado con los estudios. “Me gusta escucharlos y ayudarlos a resolver cualquier inconveniente que tengan”, anota, la mujer de pelo cano, quien también se encarga de velar por la disciplina del colegio con más de 1.100 alumnos.
Por ello, diariamente recorre las aulas donde es recibida con alegría y respeto.
Asegura estar contenta con el trabajo que realiza ahora y con aquel que desarrolló hace muchos años dentro del aula.
“Me gusta saber que dejé huellas en mis alumnos, pero sobre todo me alegra cuando algunos de ellos -ahora profesionales- se acercan para saludarme y recordarme que fue la maestra que les enseñó las primeras letras”, recalca.
Recuerda que un día fue a un hospital y un médico salió de su consultorio para abrazarla y para decirle con alegría que ella fue su primera maestra. “Yo no me acordaba de él, pero me dio tanta alegría que me puso a llorar”, anota.
Los giros que da la vida también le han permitido laborar con sus exalumnos, como Sara María Garaicoa, rectora del Delfos, quien llegó a la entidad hace seis años. “Cuando me encontró aquí, ella (Garaicoa) recordó que tuvo una profesora en La Providencia llamada Inés, que preparó a un grupo de alumnos que fue promovido de preparatoria a segundo grado. Yo lo había hecho, ella había sido mi alumna”, cuenta con satisfacción aquella mujer de lento caminar que ha dejado marca en muchas generaciones.
Cuando se le pregunta ¿hasta cuándo seguirá laborando en el Delfos?, con voz entrecortada responde: “Hasta que Dios y las autoridades del plantel me lo permitan”.