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Buenosd Aires, capital de Argentina.Internet

Milei gana en Buenos Aires

análisis del mundo por Fernando Insúa

En el clima político actual, pocos fenómenos resultan tan desconcertantes para los analistas tradicionales como el ascenso sostenido de Javier Milei en Argentina. Mientras muchos insisten en encasillarlo como “ultraderecha” o “extrema derecha”, estas etiquetas han perdido el peso simbólico que una vez tuvieron. 

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Durante décadas, todo lo que se apartaba del consenso progresista fue tildado de extremismo, desde liberales clásicos hasta nacionalistas democráticos. El uso indiscriminado del término no solo lo vació de contenido, sino que contribuyó a su desgaste: hoy, decir que alguien es “de extrema derecha” tiene tanto impacto como decir que a alguien no le gusta la rúcula. Roguemos que no venga un auténtico fascista aprovechando la edulcoración del término.

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Entendamos —o al menos intentemos entender— a Milei. Podríamos decir que no es un fenómeno aislado de la política circunstancial ni un one hit político, y tampoco es estrictamente ideológico. Es, ante todo, una reacción. Reacción a décadas de inflación crónica, de privilegios sindicales enquistados, de una política que parecía más preocupada por la corrección discursiva que por la eficiencia administrativa. su lenguaje confrontativo, sus ideas disruptivas y su apelación emocional a la libertad económica encontraron un terreno fértil.

Las recientes elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, donde Ramiro Marra y, en particular, Manuel Adorni —portavoz presidencial— lograron un contundente respaldo, confirman una verdad que algunos aún se niegan a ver: el pueblo no ha abandonado a Milei, lo respalda. En esas elecciones legislativas, Adorni obtuvo el 30,1 % de los votos y aseguró 11 bancas en la legislatura porteña.

¿cómo logró el ultrapopular Adorni, alfil de Milei y exvocero presidencial, esta victoria en un gobierno supuestamente impopular según la narrativa de ciertos medios?

Pero ¿cómo logró el ultrapopular Adorni, alfil de Milei y exvocero presidencial, esta victoria en un gobierno supuestamente impopular según la narrativa de ciertos medios? Podríamos decir que las reformas iniciales, aunque duras, fueron vistas por gran parte del electorado como necesarias. La narrativa del sacrificio para evitar el colapso fue asumida con madurez por amplios sectores de la sociedad. Según datos de abril de 2025, la aprobación de Javier Milei ronda el 40 %, lo que lo mantiene como uno de los líderes con mayor apoyo popular en el país, a pesar de una leve caída respecto a meses anteriores.

La motosierra de Milei, entonces, sigue cortando porque mantiene un relato coherente. No ha dado marcha atrás en sus propuestas, lo que genera en sus seguidores una percepción de autenticidad. Además, su discurso ha permeado más allá de las redes sociales: ha calado en el día a día de ciudadanos hastiados del statu quo. Por otro lado, la oposición, aún fragmentada, no ha ofrecido una alternativa creíble ni renovadora. En lugar de construir propuestas superadoras, muchos de sus críticos siguen atrapados en el juego de etiquetar, aferrándose a una nostalgia de un peronismo que la historia deformó, malinterpretó y convirtió en un líder marxista cuando nunca se identificó como tal, y a un discurso kirchnerista que no ha soportado bien el paso del tiempo y necesita repensarse. Todo esto sin comprender que la ciudadanía ya no responde a esos mecanismos.

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A nivel económico, las señales son mixtas pero relevantes. La inflación interanual a abril de 2025 se ubicó en 47,3 %, con una variación mensual del 2,8 %, lo que representa una desaceleración significativa frente a los picos de años anteriores. En cuanto al empleo, el salario medio real del empleo registrado privado alcanzó en febrero de 2025 su nivel más alto desde enero de 2020. No obstante, se registró una pérdida acumulada de 124.010 puestos de trabajo desde la asunción de Milei hasta enero del mismo año. Este contraste entre mejora salarial y caída del empleo retrata las tensiones del proceso de ajuste.

En lugar de ser un castigo, el voto por Milei se ha convertido en una afirmación. No es solo un grito de hartazgo, sino también una apuesta por algo distinto, aunque incómodo, aunque incierto. El fenómeno Milei, como otros en el mundo, nos obliga a repensar las categorías con las que entendemos la política. Tal vez no estamos frente a un extremista, sino ante el síntoma más visible de una democracia que busca sacudirse la hipocresía y recuperar el sentido de urgencia.

La verdadera pregunta ya no es si Milei es popular. Lo es. La pregunta que deberían hacerse sus críticos es por qué lo es. Y mientras no respondan eso con honestidad, seguirán perdiendo elecciones, aunque ganen debates en televisión.

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