
El miedo esta en el cerebro
Los han sometido a maratones de películas, de esas que ponen los pelos de punta a cualquiera.
Los han sometido a maratones de películas, de esas que ponen los pelos de punta a cualquiera. Los han llevado a visitas sorpresa a tiendas de mascotas exóticas y a los lugares más terroríficos de la Tierra. Los han dejado solos y sin ningún tipo de seguridad en espeluznantes abismos... Nunca demostraron temor.
¿Cuál es la razón? Una dolencia llamada Urbach Wiethe. Se trata de una rara enfermedad de la que se conoce menos de 300 casos en todo el mundo, cuya raíz es una mutación en el cromosoma 1 que afecta a una proteína del espacio extracelular presente en todos los órganos del cuerpo.
¿Las consecuencias? Quienes la padecen registran síntomas externos, como daños dermatológicos, mala cicatrización de las heridas, labios amarillentos y molestos abultamientos de la piel alrededor de los ojos y en las manos. Pero en el caso, 10 pacientes estudiados de esta enfermedad se registra también un daño irreversible en la amígdala cerebral que, entre otras, les impide tener miedo a nada.
Y aquí viene lo bueno... Para poder entender qué significa este daño, debemos recordar aquella frase clásica de padres y hasta profesores: “El miedo está en el cerebro”. Pues sepa que nunca estuvieron equivocados.
El sonido de la puerta cuando no hay nadie en casa, los pasos a nuestras espaldas cuando caminamos solos por la noche y, hasta la risa maléfica del payaso que conocimos cuando teníamos cinco años... Todos estos miedos sonoros los almacenamos alguna vez en la memoria y con solo escucharlos nuestro cuerpo reacciona. Lo mismo pasa con lo que vimos, olimos y hasta con lo que probamos.
El bloqueo en la amígdala presente en el reducido grupo, les impide volver a estos malos recuerdos, por lo tanto temerle a algo.
El resto de la paleta emocional de estas personas se mantiene intacta, según un equipo del Instituto de Ciencias Biológicas de Shanghái.
Sin embargo, han detectado comportamientos inusuales en otros temas regulados por la amígdala. Por ejemplo, cualquiera reacciona cuando otra persona invade los límites de su espacio personal. En pruebas realizadas a estos ‘valientes’, este límite se reduce a más de la mitad. También tienen problemas para leer señales, precisamente de miedo, en las caras de los demás.
Lo bueno de todo esto es que aún existimos y somos mayoría aquellos que sí tenemos miedo. Necesario para la supervivencia.