Leopoldina Vera muestra la casa que heredó de su madre. Aún no compra el terreno 3

Mi ‘casero’, el Municipio

El 4 % del avalúo del terreno dividido para 12 es el costo mensual que pagan al Municipio los arrendatarios.

Lo que hoy es una cuadra pavimentada de aceras anchas en Leonidas Plaza, entre Portete y Venezuela, hace más de sesenta años no era más que lodo y charcos. Aquel fue el límite más remoto de Guayaquil, como lo define Clemencia Vargas, quien entonces era una veinteañera.

Con los avances de la regeneración, muchos pudieron legalizar su terreno siguiendo un acuerdo con el Municipio; pero el descuido y la falta de dinero hicieron que la familia de Clemencia, pese a haber construido ya una casa mixta, no haya podido poner el terreno a su nombre, lo que la mantiene en calidad de arrendataria del predio. El Municipio es su casero.

Este tipo de contratos no supera el millar en la ciudad, explica Carlos Salmon, director de Terrenos del Cabildo. La mayoría de ellos está ubicado al sur. El tema nace de una política pública que buscaba paliar la falta de vivienda.

En las anteriores administraciones, el Municipio, ante esta problemática, entregaba terrenos y celebraba contratos de arrendamiento con los ciudadanos. Esa política cambió más adelante con la de donación de inmuebles, ahora prohibida. Y hoy, en su lugar, el Cabildo legaliza o arrienda (a quienes aún mantienen ese contrato).

A Clemencia, con limitaciones físicas a sus ya casi 80 años, la cuida su hija Marisol Ron, a quien no puede dejar de preocuparle qué ocurrirá cuando su madre no esté.

Salmon da la respuesta. Clemencia tiene dos opciones: ceder el contrato a su hija o comprar el terreno previo requisitos. A estas personas se les da facilidades de pago, explica el funcionario.

Hay casos en los que la persona que tiene el contrato fallece, como el de la madre de Leopoldina Vera. Falleció y ahora, con casa construida, dejó a sus hijas este papeleo. Vera no pretende dejar pasar más tiempo.

“Mi mamá fue descuidada y nunca legalizó la compra. Hoy, mis hermanas y yo ya iniciamos el trámite para eso”, cuenta a EXPRESO en su domicilio, de Medardo Ángel Silva y la 11.

No es que sea difícil pagar el arriendo. Apenas es una doceava parte del 4 % del avalúo del terreno lo que se cancela mensual. En villas como las de Clemencia o Leopoldina no suelen superar los 20 dólares. Pero ese costo ínfimo es, a veces, un arma de doble filo.

“Nos hemos dejado acumular en ocasiones y nos ha tocado pagar más de 500 de una sola. Eso sí es un problema”, reconoce Marisol, quien aspira a hallar una oportunidad para poder comprar el terreno, aunque ahora lo ve difícil. Con su mamá en silla de ruedas, debe quedarse todo el día con ella y no tiene cómo trabajar.

Un caso parecido vive José Merchán, vecino de Leopoldina. Quiere solucionar su situación y dejar de alquilar, pero la polio lo postró a una silla de ruedas y movilizarse es complicado. Los trámites son personales y es inevitable ir a paso lento, comenta.

Cada cinco o diez años, dependiendo del contrato, los inquilinos pueden renovarlo. Entonces se vuelve a medir el avalúo y hacer una inyección en efectivo del 4 % del total, como garantía.

Si hay atraso, denuncias de mala vecindad o el bien se ha cedido a un tercero sin notificación, hay riesgo de que el contrato se finiquite.

Datos

No hay stock

Pese a que la idea de pagar un arriendo menor a 50 dólares suena tentadora, el Municipio aclara que al momento no hay stock para acceder a arrendar.

Inspecciones

Cada cierto tiempo, una o dos veces al año, el Municipio envía a personal de la Dirección de Terrenos a verificar que el arrendatario sigue ocupando el terreno. De haberlo cedido o tenerlo subarrendado, se termina el contrato.

Opción de herencia

En caso de que el contrato del inmueble pertenezca a un adulto mayor, este puede ceder los derechos de arrendamiento a familiares o terceros, siempre y cuando esos posibles beneficiarios cumplan con los requisitos: no deber al Cabildo y no poseer viviendas a sus nombres.