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De las metamorfosis y traiciones

De las metamorfosis y traiciones

Fue un mal día para él. Su imagen apareció reflejada en el espejo como un grande y feo insecto, como un bicho que daba cuenta de una extraña y cruel metamorfosis , expresión que Kafka utilizó para titular su celebrada novela. Sin apelar a parangones, los ecuatorianos observamos y comentamos los extraños y profundos cambios acontecidos en la imagen de Correa tras amanecer un buen día como expresidente. Su codicia de poder estaba resquebrajada tras las primeras declaraciones de su sucesor y el desconcierto cundió en las filas del correísmo luego de declarar Moreno que lucharía “hasta el final” contra la corrupción que ellos mismos habían propiciado. No estaba en sus planes ser blanco de la depuración anunciada. El interinazgo que Moreno debía cumplir para mantener a Correa en el poder y asegurar su retorno cuatro años después, se esfumaba conjuntamente con la impunidad que sobrevendría con el encubrimiento institucionalizado de las fechorías cometidas por algunos de sus disciplinados revolucionarios. La realidad bosquejada por el nuevo gobierno era distinta... y las metamorfosis sobrevinieron. Un Correa intemperante, jactancioso, dueño de la verdad, escupiendo grandilocuencias y ademanes despectivos, a su regreso al país transformó su imagen a la de un ser lastimero que absorbía con pusilanimidad el irrespeto y el torpe periodismo exhibidos por su entrevistador de CNN, escollo fácilmente superable para un político genuinamente demócrata. Mantenerse en el poder resulta hoy inalcanzable y pretender su retorno, una quimera. No le quedaba otra cosa que hacer acopio del viejo histrionismo cínico y agresor que tantos buenos resultados le había deparado y conspirar contra Moreno. El sobreseimiento de un vicepresidente condenado ya por la opinión pública estaba en su mira, confiado en que su confesada metida de mano en la Justicia aún debía tener sus huellas digitales. Le serían útiles algunos de sus seguidores enquistados en el nuevo gobierno, incomprensiblemente admitidos por Moreno. La metamorfosis que algunos de sus colaboradores aparentaban tener, no lució convincente, aunque en política los resultados son los que cuentan y los avances democráticos de Moreno contra el nefasto predominio autoritario de Correa son innegables y esperamos sean confirmados en la Consulta que se avecina. La condena a Glas, que el correísmo atribuye a una traición de Moreno, plantea un paradójico interrogante: ¿cuál es su traición? Negarse a guardar un silencio encubridor de todo cuanto la ciudadanía condena, equivale a rendir tributo a la honestidad. Moreno habría “traicionado a la corrupción”, a un estigma que nos avergüenza. La lealtad exigida a Moreno era al desgobierno envilecido y corrupto anterior, incluido el sobreseimiento de Glas. Nuestros vaticinios y anhelos cívicos quedaron satisfechos con la sentencia condenatoria y el estallido de Correa y sus huestes hizo pensar que esperaban confiadamente un sobreseimiento negociado, paso previo a una nueva escalada gubernamental de ese movimiento y quizás -solo quizás - a un eventual derrocamiento de Moreno, el supuesto traidor. Nuestra inquietud, por ello, sigue vigente. Nuestro espíritu anhela resultados esperanzadores para la democracia, reconociendo que salir de una crisis financiera y moral como la ecuatoriana podría entrañar medidos y aceptables sacrificios si hay la entereza de alcanzar también la meta de “Fuera Correa, fuera”. Correa entenderá así que los seres humanos que maltrató no son huevos con los que quiso preparar su revolucionaria tortilla.

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