Las mentiras constitucionales

Dicen los que saben de mentiras que también las hay piadosas. A mí me parece que eso de pretender clasificar el desapego a la verdad es muy peligroso. En el Ecuador, por ejemplo, ha degenerado dicho mal hábito en magnitud tal, que en muchas partes de la república se sostiene que “negar es padre y madre”; así, el culto a la verdad a determinados gazmoños les resulta hasta grosero. Para ellos, la frontalidad no es virtud. Ofende.

Por esa vía hemos llegado a la posibilidad de que existan incluso mentiras constitucionales. Que el Ecuador es un país laico es una de ellas. Y no me refiero al arcaico concepto que quería hacer del cultivo del laicismo sinónimo de posición antirreligiosa. Aludo a que el Estado como tal no tenga una religión oficial de modo que someta a quienes no la practican a los designios de la determinada manera de entender del gobierno en turno. Eso da lugar a manifestaciones de intolerancia y le ha costado mucho esfuerzo a la humanidad el tratar de superarla.

Al respecto es tragicómico como algunos que aparentemente defienden la vida oponiéndose a la posibilidad del aborto en el caso de embarazo en niñas adolescentes, preñadas por familiares cercanos, son muy condescendientes respecto al no robar.

Por el estilo, también se pretende ser un país de justicia y lo que menos tenemos es una república donde brilla el imperio de la ley. Ciertas sentencias siguen siendo cotizables y varían según la oferta del postor. La persecución a los corruptos también es negociable según el tamaño del rabo de paja de quien gobierna y de ese modo todo termina en un gran tráfico de impunidades, en un gran campeonato de rabos de paja, en un “no me persigas porque yo sé sobre ti más de lo que tú sabes sobre mí”.

Con ese ambiente es comprensible que el desencanto lleve a los pueblos a explosiones que luego parecen no tener explicación, sin que se entienda que la farsa como forma de administración llega a generar un profundo hastío que solo se resuelve a partir de uno de esos “incomprensibles” estallidos.

Sin duda, en el Ecuador, y también en el mundo, está haciendo falta un gran baño de verdad.