La magnitud de la crisis

Sin pretender constituirlas en un método de mensuración de un fenómeno económico complejo, tal cual es una desaceleración de la economía, las anotaciones que siguen pueden servir para estimar su magnitud y, ojalá, convencer a quienes se obstinan en negarla.

No es raro en los estudios sociológicos recurrir a mecanismos poco ortodoxos pero esclarecedores.

Igual se puede hacer en relación con hechos como los que a continuación se comentan.

Un clásico ejemplo de lo señalado lo generó el acucioso observador que se preocupaba de conocer las cifras del consumo de velas (cirios) para tener idea de cómo andaba la religiosidad en determinada población de Francia.

Igual indicador de la condición de la Economía puede obtenerse en el Ecuador, paseando por cualquiera de nuestras ciudades al observar la cantidad de letreros anunciando en viviendas y locales comerciales: se alquila o se vende. De manera semejante, un centro comercial recién inaugurado puede dar luces sobre la dinámica de los negocios, no solo a partir del número de carteles que promueven alquileres o ventas, sino el de los espacios vacíos, las caras lánguidas de quienes los atienden o recorren y, con mayor impacto todavía, la simple observación de cuántos clientes potenciales salen sin comprar y únicamente han ingresado, a dicho otrora centro de comercio, a caminar con relativa seguridad o en mejor clima que el de la calle.

Así, dejando de pensar con el deseo y tratando de conocer la realidad, mirándola objetivamente, si se quiere profundizar en el análisis basta preguntar en cualquiera de los sitios que se visite sobre ¿cómo van las ventas? Y se recibirá por respuesta un: han caído entre un 30 o 40 %.

Igual sucede en todos los almacenes vinculados a la venta de materiales de construcción, siendo este uno de los sectores donde con más fuerza se evidencia la intensidad de la crisis.

Por supuesto, el ejercicio propuesto no es grato pero es profundamente educador.

Cuando desde las esferas gubernamentales se anticipa que los que vienen serán días muy duros, debería hacerse desde esas mismas esferas un sostenido esfuerzo de austeridad, y de manejo ético y bien planificado de recursos que cada vez requieren de mayor escrupulosidad en su uso. Así proceder debe ser prioridad permanente y con mayor razón ahora, en lo que queda de gobierno.