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Pacientes afiliados al IESS en las afueras de hospitales en  Quito, Guayaquil y otras ciudades sufren de escasez de medicamentos.amelia andrade

La lotería de salvarse o morir en manos del IESS

Paola Valencia llora de dolor, Wilson Baculima de indignación. Ambos viven las consecuencias de la escasez de medicinas en el Seguro Social: en un caso, el deterioro de su salud y en otro, la muerte de un ser querido

Hablar le cuesta, se agita. Sin embargo, Paola Valencia, de 51 años, con poco aliento cuenta su sufrimiento y cómo su salud se ha agravado, debido a la interrupción de su tratamiento por un cáncer de tiroides, el cual fue detectado en 2012.

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Su cuerpo se ha vuelto a llenar de quistes desde que dejó de tomar sorafenib (pastilla). Cada vez que esto ocurre debe ser operada para extirparle los nódulos. Desde 2016 hasta ahora lleva 10 cirugías.

Por la carencia de medicamentos en los hospitales del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y del Ministerio de Salud Pública (MSP), Paola no puede seguir con el tratamiento.

En 2016, una médica a quien le pedía mi medicina me dijo que me podía ayudar con un psicólogo, para que entendiera que el cáncer al final me iba a matar”.

Paola Valencia

“Con cuatro días que no tome mi pastilla, el tumor crece rápido, es muy agresivo. Tengo metástasis. El año pasado me operaron de la columna; un quiste me destrozó una vértebra, me la reemplazaron por una placa metálica. En 2020, por falta de medicina un tumor obstruyó mi garganta, no podía respirar, me colocaron un traqueostomo”, cuenta entre lágrimas, pues la quiteña revela que ya no puede realizar una actividad que le encantaba, cantar.

La historia de la escasez de fármacos no es nueva. En el año 2019, en el Hospital de Especialidades Carlos Andrade Marín (HCAM), el gerente de este tiempo, Juan Páez, denunció el hallazgo de medicamentos caducados.

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Paola estuvo un tiempo sin caminar, pues un quiste se le alojó en su columna. Con su pastilla sorafenib logró recobrar su movilidad.expreso
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Desde 2018 se habla de irregularidades. En 2020, la Fiscalía registró cerca de 160 denuncias. Las principales apuntaron a los hospitales Abel Gilbert Pontón, Guasmo y Monte Sinaí del Ministerio de Salud Pública, en Guayaquil, y se extendieron al Teodoro Maldonado, Los Ceibos y Durán del Seguro Social.

Ya no es posible otra operación

Asimismo, señala que ya no puede someterse a más operaciones. “Me crecieron nuevos nódulos en el cuello y el doctor me dijo: “Son tantas cirugías que no hay cómo, si lo hacemos, te quedas en la mesa, solo puedo tomar sorafenib. Este medicamento me lo dieron en enero, pero estuve sin él por seis meses”, expresa.

$ 3.643,20 cuesta la medicina que requiere Paola. Ella necesita tomar dos cajas de sorafenib por mes.

Paola, quien se atiende en el Hospital Eugenio Espejo de Quito ha tenido que vender su auto para comprar las dos cajas de las pastillas que requiere al mes. Cada una vale $ 3.643,20.

Suspender abruptamente el tratamiento le hace daño, igual pasa cuando lo retoma. “Me salen ampollas en manos y pies. Me duele al caminar y no puedo topar metal porque me quema la piel, uso guantes para comer, por la cuchara”.

Al día debe tomar 19 pastillas. Como su organismo no genera calcio, y esta deficiencia puede contraer sus músculos, debe tomar carbonato de calcio; también requiere medicamentos para el dolor, la presión, para el estómago, que se vio afectado por la última suspensión de la sorafenib.

Mientras narra sus problemas se queda sin aliento, esta vez no es por el traqueostomo, sino por el llanto, al recordar que sus hijas de 16 y 18 años son quienes ven la forma de mantenerla. “Ellas deberían estar estudiando, yo debería cuidarlas”, relata entre sollozos.

Su madre murió esperando

El cuencano Wilson Baculima no para de contemplar el retrato de su madre, María Inés Chimbo, a quien le diagnosticaron leucemia crónica, en 2018. Y es allí donde comienza su calvario, el cual se complicó con el inicio de la pandemia.

“Desde marzo de 2020 hasta noviembre del año pasado nos tuvieron de cita en cita. Íbamos al turno y nos cambiaban la fecha, luego nos dijeron que no había medicina y que había una lista de espera. En el Hospital Regional José Carrasco Arteaga (IESS de Cuenca) le mandaron a mi madre a realizarse una tomografía, pero estaba dañado el aparato”, afirma Baculima, de 49 años.

Menciona indignado que en el centro de salud le comunicaron que en enero de este año retomaría el tratamiento. “No nos aseguraron nada; nos mandaron unos exámenes y los hicimos afuera para acelerar e iniciar el tratamiento, pero falleció mi mamá, el 30 de enero. Sus defensas bajaron, le dio neumonía y falleció a los 70 años”.

El mayor de los seis hijos de doña María Inés sostiene que su madre ya no quería saber nada del Seguro Social. “Fue porque no nos resolvían nada, ella hasta cayó en depresión, ya no quería hacer nada”, manifiesta Wilson, cuyo único consuelo fue saber que su progenitora murió en casa, junto a sus seres queridos.