Labores extras. Pablo Sánchez intenta secar la vereda aledaña al negocio donde trabaja. La lluvia había cesado. Dos horas después volvió a arreciar.

Una lluvia de males

Con cada lluvia hay negocios callejeros que van en alza: la venta de paraguas, de botas pantaneras y de encauchados. Pero están también a los que las entradas se les hacen agua. Y estos son más.

Con cada lluvia hay negocios callejeros que van en alza: la venta de paraguas, de botas pantaneras y de encauchados. Pero están también a los que las entradas se les hacen agua. Y estos son más.

Un ejemplo: el lunes, enero se despidió con una lluvia pertinaz que, aunque leve, se mantuvo a lo largo del día. Se quejaron los taxistas, los dueños de minimarkets, los vendedores ambulantes.

“La gente se esconde en las lluvias”, dice Ángel Basurto, quien preside la Federación de Comerciantes de la Bahía, donde la actividad se reduce hasta en un 80 % cuando llueve.

Un testimonio que podría provenir también del gremio de los dueños de almacenes formales de cualquier avenida de la ciudad, así como de propietarios de las pequeñas tiendas de barrio.

Todo relacionado con un invierno que apenas inicia y que, sin embargo, ya ha marcado un precedente: el registro de precipitaciones de enero superó lo esperado: 308 milímetros, en vez de los 200.

Dar tránsito es más difícil

A las 06:00 de ayer lloviznaba en la ciudad. A esa hora el agente Danny Pilco iniciaba el control del tránsito que provenía de la av. Carlos Julio Arosemena y de la ciudadela Bellavista. La tarea del uniformado aumentó una hora después por la presencia masiva de vehículos, mientras el clima no daba tregua. “Así fue el lunes. Son gajes del oficio”, dijo Pilco, quien solo se despojó del impermeable cuando dejó de llover. Su relevo llegó a las 14:00.

Tarde y mojados al colegio

A Mayda Gutiérrez, de 35 años, madre de dos niños de 5 y 9 años, con la lluvia se le complica llevarlos a la escuela. “Los taxis van ocupados o el taxista me quiere cobrar más por la carrera. En esa espera es imposible evitar que los niños se mojen, a pesar de que llevan puestos encauchados y abrigos para prevenir un resfriado”, dice. Algunas madres deciden no enviarlos a clases, bajo su responsabilidad. Los directivos no pueden interrumpir la jornada si no tienen la orden de las autoridades de educación.

Menos ventas en la Bahía

De los 4.300 comerciantes que tienen puestos en la vía pública en el sector de la bahía, son pocos los que le sacan provecho a las lluvias: ofertan desde paraguas hasta impermeables. Pero son mayoría los que se quejan porque el invierno les genera pocas ventas. Uno de ellos es Luis Naula Jara, quien lleva 47 de sus 81 años con su venta de calzados. “El lunes no debimos abrir”, dice Isabel Chusqui Naula, su nieta. “No vendimos nada ese día”.

La diversión nocturna, vacía

Otro de los múltiples negocios afectados por el invierno es el de la diversión nocturna. El dirigente de los centros en Guayaquil, Stalin Cedeño, calcula que las pérdidas llegan a un 80 % en esta época. “A los clientes les cuesta llegar a los locales o prefieren ir a otro sitio”, comenta. Cedeño indica que solo los viernes y sábados hay un número regular de visitantes. También dice sentirse perjudicado por los 40 minutos que demoran los operativos policiales en el interior de cada establecimiento.

La venta ambulante se para

En la ciudad hay cerca de 1.515 intersecciones con semáforos. La mayoría de ellas son proclives a ser usadas por vendedores informales que instalan sus negocios móviles al aire libre. Las lluvias inciden de manera directa. “Debo parar todo y buscar dónde esconderme de la lluvia”, dice Éricka Cevallos, quien ofrece avena Polaca en la avenida principal de Bellavista. A diario vende hasta 20 litros, aunque el de ayer no fue un buen día. La jornada fue afectada con una media mañana húmeda.

Hay bajas en minimarkets

Gianinna Andrade tiene su local en la ciudadela Los Almendros. El lunes pasado trabajó a media llave, y no porque lo haya decidido, sino porque a su clientela les costó llegar. Su negocio está al pie de una avenida principal, la Ernesto Albán, y sus ventas se dan por medio de vecinos y de personas que viajan en carros o van camino a sus trabajos. “Los lunes puedo vender hasta 300 dólares. El lunes apenas cayeron a la caja 60 dólares”. Las lluvias espantan a los clientes de estos negocios urbanos.