Liderazgo

En la década previa a la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill debió aguantar el ostracismo por su postura irreductible contra Hitler y la amenaza nazi. La voluntad política era contraria al rearmamento, buscando por todos los medios la convivencia pacífica. El punto de quiebre fue el Tratado de Paz de Múnich, firmado por el primer ministro Neville Chamberlain quien, al retornar de su viaje a Alemania, luego de aceptar todas las exigencias de Hitler, proclamó: “Hay paz en nuestra era”. La respuesta cáustica de Churchill fue: “Ud. debía escoger entre la deshonra o la guerra. Escogió la deshonra, y ahora tendremos guerra”. Efectivamente, no se había secado la tinta del papel cuando los nazis invadieron Polonia, dando inicio a la guerra que cobraría 54 millones de vidas y la destrucción de casi un continente entero.

Otra hubiera sido la historia de Gran Bretaña, de Europa y posiblemente del mundo, de no haber mediado el liderazgo de Churchill, quien luego de la debacle de Dunquerque proclamó: “Llegaremos hasta el final, pelearemos en los mares, en los océanos y en el aire. Nos defenderemos a cualquier costo, pelearemos en los campos, en las calles y en las colinas; jamás nos rendiremos”. Mostró así su temple de estadista y su genética de líder triunfador sobre la barbarie; de hombre de convicciones y visión, como lo son los líderes que han forjado la historia de la civilización.

Los liderazgos tienen en común la capacidad de convencimiento, inspiración y trascendencia. Pero hay también liderazgos torcidos como los de Hitler, Stalin y Castro. Se puede erigir un liderazgo con propaganda, como fue el caso de Correa, otrora referente de sus seguidores, muchos de los cuales, con típico utilitarismo, lo desertaron y pasaron a ser sus detractores. El mismo Lenín Moreno, que en otro momento hiciera la apología de su “figura histórica” es hoy su némesis en un juego político en el cual Correa es un conspirador a tiempo completo contra la estabilidad del régimen.

Moreno tiene la virtud de la empatía, pero no inspira o emociona. Su gobierno es monotónico y monocromático. Ha sabido utilizar la figura de su antagonista y ha hallado campo fértil en el desastre que significó el paso de Correa por el poder: en la corrupción, la incompetencia, el engaño, la ignorancia económica y la desinstitucionalización de la democracia. Sigue, sin embargo, atrapado en la telaraña del poder del cual él formó parte conspicua. Carece de sentido de dirección o visión, mientras la economía se despedaza y cada uno de sus actores de reparto mantiene su propia agenda contradiciéndolo a gusto. En la Asamblea, la protección de los “rabos de paja” hace que se unan los grupos hoy contrarios para blindar toda investigación sobre los vínculos de Correa con el narcotráfico y el terrorismo. La administración de justicia sigue empeñada en la obstrucción de esta.

¿Son Gandhi o Martin Luther King los prototipos de liderazgo del presidente? Ellos fueron hombres de paz que supieron inspirar con clara visión sus causas. Será grato el día en que Moreno nos convenza de que su misión es extirpar el legado del SSXXI, devolviéndonos la tranquilidad perdida. Estamos esperando, ¡pero no mucho más!