La ley natural

A propósito de la ley natural sobre una supuesta “ideología de género”, vale la pena recordar la historia. Desde finales del siglo XIX se exponía lo que debía ser una familia y los roles que hombres y mujeres jugaban en ella. En la familia la autoridad la ejercía el padre, cuyo espacio era “el mundo de la política, de los negocios y del trabajo” aunque “era dentro de la familia donde desplegaba y ejercía su indiscutible autoridad”. La mujer, por su parte, era el “ama de casa” y el hogar era el lugar donde “debía desplegar todas sus virtudes como cristiana”.

Los roles que debían cumplir tanto hombres como mujeres eran una asignación “natural” y “divina”. Al padre le correspondía emprender “la superioridad del pensamiento... la más alta de todas las autoridades humanas, por su legitimidad y su destino”. Ante él, su familia debía inclinarse y rendirle pleitesía, “porque proviene de aquel por quien toda paternidad es señalada en los cielos y en la tierra”. A la madre le correspondía el transmitir “las costumbres de la familia” (revista La Verdad, 1896).

En esa misma línea de pensamiento el Manual de urbanidad y buenas maneras del venezolano Manuel Antonio Carreño, publicado por entregas a partir de 1853, de enorme impacto en los países hispanoamericanos, tuvo la función de establecer los lineamientos para el desarrollo de ciudadanos católicos, burgueses, civilizados y urbanos.

Uno de los logros de la Revolución Liberal fue la promulgación de la Ley de Matrimonio Civil en 1902, durante la administración de Leonidas Plaza Gutiérrez, la cual recibió un fuerte rechazo de los sectores conservadores y del clero. En un manifiesto público de 1903, las “Matronas de Quito” se pronunciaban de la siguiente manera: “En silencio, pero llenas de inquietud, esperábamos el fallo de los poderes supremos, acerca de la atentatoria ley de matrimonio civil, tan ofensiva a la mujer... Pero ¡oh desgracia!, nuestra inquietud se convirtió en doloroso asombro, cuando supimos que el atentado más grande contra el honor de las familias estaba consumado”. “Corsi e ricorsi”, decía Vico.