Lenin, el silencioso
A diferencia de los demás candidatos presidenciales, el oficialista Lenín Moreno asoma como el postulante silencioso. Casi no habla y, si lo hace, su retórica se reduce a que todos deben ser buenos, que él representa la conciliación, y que la vida debe ser mirada como una bendición. Sus palabras se enmarcan en lo que se resume en los libros más simples de superación personal. Por ahí, creyendo que eso define su identidad en la campaña, sugiere la renuncia de un funcionario inmerso en un posible caso de corrupción, frente a lo cual, en cambio, su compañero de papeleta declara a favor de éste y mete las manos al fuego por su “honorabilidad y decencia”; o apunta a ser partidario de contar con un propio y personal equipo de propaganda, y con un director de campaña decidido por él y no impuesto por su promotor. En resumen, lo dicho se sintetiza en un rostro que, de ninguna manera refleja complacencia, y peor alegría o satisfacción. Parece esperar que el pronunciamiento en las urnas, en su beneficio, resulte de la eficiencia del enorme aparato de campaña, armado por la institucionalidad, por la masiva presencia de la burocracia obligada y por una masa que se moviliza mediante procedimientos muy pragmáticos y costosos.
Él, como candidato, no da la cara. No es entrevistado en los programas de mayor difusión televisiva, no busca asomar en ellos y, como es lógico, no dice nada en torno a los problemas de mayor preocupación en la sociedad ecuatoriana.
¿Seguirá así? Es la pregunta resultante de esta apreciación. Y si la respuesta es afirmativa, entonces la ciudadanía no conocerá su criterio en torno a temas que le interesan y le asustan (las serias dificultades para afrontar la crisis económica que se agudiza, el desparpajo oficial cuando se trata de descubrir culpables altos en los negociados, etc.), y se convencerá de que Lenín solo depende del favor de su padrino lo que, con toda seguridad, lo hará asomar como corresponsable de toda una debacle que se irá tornando clara e inocultable en las próximas semanas.
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