“No preguntes por quien doblan las campanas”

El pueblo no es culpable por elegir malos gobernantes. Lo que ocurre es que se diseñó una democracia dependiente del dinero. No culpo a los brillantes padres fundadores de Estados Unidos de Norteamérica por diseñar una democracia capitalista, al fundir el mejor método político (el régimen democrático) con un sistema económico (el capitalismo) útil pero defectuoso, porque este montaje permitiría a una minoría de candidatos competir en ventaja y porque ingresarían capitales sucios. La propaganda de un (1) candidato demanda ahora dos mil millones de dólares para competir en EE. UU., dotados de 350 millones de habitantes y más de 8 millones de km2. En Ecuador no aspire a ser presidente quien no disponga de 25 millones de dólares.

El destino de todas las Américas vino siendo minado, y sigue estándolo, por este vicio genético de la democracia capitalista hasta que estalló como una bomba: un solo hombre, el señor Odebrecht, torció el destino de más de quinientos millones de ciudadanos en el siglo XXI sobornando en menos de veinte años y en la etapa electoral a candidatos populistas que se obligaron a contratar sus servicios de ingeniería prescindiendo de licitaciones y garantizando sobreprecios, cuando fueran gobernantes. Así se torció la historia de Brasil, Argentina, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, entre otros países. Esta falla genética del capitalismo democrático según se ha demostrado en Ecuador genera dictaduras; y solo en Ecuador, para colmo, impunidad (hasta hoy aquí se esconde la lista de los miserables a quienes Odebrecht sobornó).

Por supuesto que en varios países se hicieron ensayos para superar esta circunstancia: abreviar el período electoral, limitar el gasto de los candidatos y los aportes de ciudadanos y empresas a las campañas electorales, sancionar la entrega tumultuaria de regalos, pero no se pudo evitar que se introdujera el torrente de dinero sucio del narcotráfico y de los monopolios, que son invencibles, que se filtran como el agua. Así, el destino de las naciones lo viene extraviando el capital generalmente sucio, que desplazó a los líderes auténticos que germinaron en la universidad y más institutos educativos, y en los gremios - intelectuales y filántropos han sido desplazados del quehacer político y si insisten en incursionar en este ámbito deben resignarse a servir en puestos secundarios a los banqueros propietarios de los partidos.

¿Qué hacer para sanear el régimen democrático? Respondo: prohibir y sancionar el aporte de capital público y privado a las campañas electorales y tipificar este aporte, y la falsedad documental, como delitos reprimidos con reclusión de los aportantes, destitución de funcionarios controladores y descalificación de los candidatos. Si atormenta saber que una pandilla o manada violó simultáneamente a una mujer, es insoportable e indignante que un solo bellaco haya podrido a un continente y que cada 4 o 6 años, arguyendo que el pueblo es el que manda, uno o dos candidatos millonarios compitan en ventaja con la mayoría, y en virtud de su inexperiencia, extravíen el destino de las naciones, será suficiente que la competencia electoral se decida mediante la publicación, pagada por el Estado, de los antecedentes personales de cada candidato, en iguales espacios y tiempos, en diarios y canales.

Jaime Damerval Martínez