
“A mi me toco un tapiz maravilloso como vida”
En el imponente salón de la Presidencia destaca la elegante figura de una mujer de finos modales y agradable trato. Sus primeras palabras muestran que esa apariencia delicada se abraza a una profunda sensibilidad humana y que camina de la mano de la firmeza, la decisión y el ingenio.
Ciento seis años han debido transcurrir para que una mujer por primera vez ocupe los dos más altos cargos de la Cruz Roja del Guayas: primera vicepresidencia y presidencia.
Teresa Farah de Aurea brilla con luz propia en el difícil escenario de una institución tradicionalmente manejada con mano masculina, el cual ella lleva transitando 22 años. Hoy ocupa la máxima dignidad sin buscarla.
Voluntaria de corazón, llegó a esas filas porque su destino se trazó desde un corto viaje en el ascensor del edificio San Francisco 300, en el que ella vivía. No es difícil adivinar que su diálogo ameno y diáfano activó el olfato de una vecina miembro del voluntariado, que días después tocó a su puerta para invitarla a ser parte de la Cruz Roja.
Aquel reto hizo varias veces el mismo llamado, pero él debía esperar, pues sus hijos estaban pequeños. Sin embargo, la ruta estaba delineada y al cabo de un tiempo aceptó y fue presentada ante las meticulosas damas cruzrojistas. Ese ángel de Teresa desarmó a la más exigente de todas... Pocos días después recibía la carta de invitación para ser parte de ese esmerado grupo. Era la administración del entonces presidente Luis Chiriboga Parra (+). Ninguna de las dos mujeres que le abrieron paso a la institución vive para disfrutar la satisfacción de su gran acierto. La novata de hace 22 años se adueña del timón de la solidaria entidad. Así lo recuerda con un atisbo de tristeza la nueva presidenta.
“A mi manera”
Teresa toma prestado el título de la famosa canción popular francesa ‘Comme d’habitude’, que Paul Anka adaptó al inglés (‘My way’) (A mi manera), y dice: “Administraré la Cruz Roja ‘a mi manera’, esto es, con honestidad, transparencia y discreción”.
Y es que dentro y fuera de la institución su vida se sustenta en esos valores. Para ella, “solo puede hacer ruido el éxito. En eso se basa mi personalidad y todos lo saben”, dice quien lleva grabados en el corazón los principios de la Cruz Roja, y que ante el dolor ajeno a la par que su corazón se encoge de pena, su cerebro trabaja a millón buscando cómo aliviar la necesidad, sea esta la prótesis para una mano o un poncho para cubrirse de la lluvia.
Una de sus grandes metas es acercarse a la empresa privada para que esta mejore su percepción sobre la institución roja. Quiere consolidar la confianza de empresarios y ciudadanos.
Un donante salva de tres a cinco vidas
Otro pilar de su gestión será estimular la escasa cultura de donación en el país. “Queremos que la gente sepa que en algún momento de su vida, nueve de cada 10 personas necesitan sangre. Por eso es importante donar. Queremos desterrar el errado concepto de que vendemos sangre. No, nosotros la procesamos”, explica y enfatiza que por cada donante es posible llegar a salvar de tres a cinco vidas. “Al procesar la sangre obtenemos componentes que ayudan a personas con diversas enfermedades que algún rato los necesitan de urgencia”, indicó.“Si el banco de sangre no tiene un producto, lo pedimos al Hemocentro nacional, se gestiona para que el paciente lo tenga”, dice.
“Nuestra primera estrategia es de acercamiento y diálogo honesto. Y a partir de ahí, hacer convenios institucionales de apoyo mutuo. No tiene que ser dinero, sino de colaboración. En este tiempo de mi gestión estamos firmando un acuerdo con el club Barcelona para asistirles en los partidos con apoyo en personal, paramédicos, voluntarios y ambulancias para las emergencias”.
Las empresas con su personal ayudan en campañas de donación, y al volverse voluntarios, tienen beneficios como donantes.
Se esfuerza y sueña
Con una nómina de 140 empleados, 600 voluntarios en Guayas, un millón de necesidades que atender e ingresos que no vienen del Estado, sino de la autogestión, la tarea es titánica, pero eso no amilana a la decidida voluntaria, que no solo aspira a lograr más recursos, sino que sueña en grande.
Farah de Aurea mira a su querida Cruz Roja del futuro como una institución fortalecida por el apoyo que le inyecte la propia ciudadanía, con muchísimos más voluntarios... y sueña con una clínica de ayuda social con consultorios de precios módicos, incluido uno de ortopedia, con un centro de imágenes. Son anhelos, por ahora, pero los ojos de Teresa delatan su gran decisión de hacerlos realidad. Sin duda, lo logrará. Sé que muchos han tocado su puerta, aunque ella nada revela.
Gratitud con brillo de lágrimas
Su esposo, Carlos Aurea, es su asesor, un hombre al que ella con su empeño de servicio a los demás convirtió en un cruzrojista más de corazón. De él habla con genuino orgullo. Al mencionar a sus hijos la emoción salta a su voz... Su firmeza se viste de ternura y sus ojos adquieren un brillo especial. Y solo atina a decir agradecida: “Tengo dos hijos maravillosos. Y si hago un recuento de mi vida, creo que a mí me ha tocado un tapiz maravilloso como vida. Muchos no tienen el poder de ayudar. Me gusta poder ayudar”.
La Cruz Roja se estrena en un nuevo camino, mira hacia un nuevo horizonte. Ellas ya no son solo voluntarias. La fuerza de sus corazones y trabajo silencioso se ha ganado el legítimo derecho de conducir la nave. ¡Buen viento y buena mar, Teresa y mujeres voluntarias!