Pese a lo delicado de la intervención a la que se sometió, estará en primera línea para las elecciones seccionales de marzo de 2019.

“Que luego no se quejen los ciudadanos de bien que se niegan a participar de la vida publica”

En su primera entrevista tras una delicada cirugía en la columna vertebral, el líder del Movimiento CREO es enfático en querer hablar de empleo y cuestiones que afectan al ciudadano.

- El Movimiento CREO quiere llevar la bandera de la lucha anticorrupción, ¿cómo harían, más allá del discurso, para garantizar una gestión limpia?

- Fortaleciendo las instituciones democráticas, que están muy débiles. Y diciéndole a los ciudadanos de bien que dan respuestas negativas a cada oferta de participación en estas instituciones que cambien su posición, que no le den la espalda a Ecuador y que mañana no se quejen por los resultados si se niegan a participar de la vida pública.

- Pero, ¿hay manera de garantizar un control efectivo?

- No es una posibilidad, sino una obligación del Gobierno. Hay que escoger a los mejores ecuatorianos para los organismos de control y para las funciones públicas. Y tener un Gobierno coherente. No puede ser que frente al fracaso de la Refinería del Pacífico durante 10 años del Gobierno correísta, ahora el de Lenín Moreno pretenda insistir en un proyecto fallido. Y pretenda distraer a la sociedad ecuatoriana con una propuesta del tren playero que no es necesario ni indispensable y da señales de que es un Gobierno ‘light’ que está perdiendo el tiempo con novelerías para distraer a los ecuatorianos de los problemas fundamentales como la economía.

- Es muy crítico con la gestión de Correa, pero su candidato para Guayaquil fue aliado de PAIS...

- En primer lugar, Francisco Jiménez nunca ha sido de Alianza PAIS, sino de Ruptura 25, que fue una organización política que duró poco en el gobierno de Correa. Francisco, a nombre de esa organización, fue gobernador por nueve meses. No se puede actuar con extremismo y decir que todo el que trabajó con Correa debe ser desechado. Hay gente valiosa como es el caso de Francisco Jiménez, como Betty Amores o María Paula Romo.

- ¿Qué tiene de especial Jiménez para arriesgarse a pagar la factura de su pasado político?

- Lo que presentamos para Guayaquil es una opción de un joven graduado en Administración Pública y Economía en Políticas Públicas en la Universidad Sorbona, en Francia, y en el London School of Economics. Me atrevería a decir, con respeto a Cynthia Viteri y Jimmy Jairala, que la hoja de vida de él es la mejor de los tres. Luego, no somos de esos políticos que creemos que con nosotros se refundará Ecuador o Guayaquil. En absoluto. Respetamos la historia de Guayaquil y la buena administración de León Febres Cordero que recuperó Guayaquil y el orgullo de los guayaquileños. Él es el fundador del modelo exitoso, luego Nebot ha sido un buen alcalde. Pero Guayaquil merece un cambio.

- ¿Esa mención a Febres Cordero es un guiño al votante socialcristiano que se le resiste?

- No, no se trata de ningún guiño ni de ningún mensaje a nadie. Es la realidad histórica de Guayaquil. Hasta 1992, la ciudad cayó en una crisis muy grave. No podía recolectar ni siquiera su basura. En buena hora, con gran espíritu cívico, Febres Cordero levantó la bandera de Guayaquil.

- Haciendo retrospectiva, ¿cree que el PSC decidió ir por su cuenta en las presidenciales porque esperaba recuperar espacios de poder si ganaba Lenín Moreno?

- El pasado es pasado. Yo he dado vuelta a la página a las últimas elecciones presidenciales. Cada quien tiene que responder a la Historia por sus actos o por lo que ha dejado de hacer. Me gustaría centrarme en el futuro.

- ¿Ha ganado visibilidad Guayaquil desde que llegó Moreno?

- Yo he visto a Guayaquil igual. Moreno ha roto con Correa, pero no con el correísmo. Ese correísmo que está intacto y representado en la estructura jurídica que rige en el país. Un ejemplo de aquello es la ley de comunicación, que sigue intacta tras 18 meses. Igual que las leyes correístas. Además, Correa tenía la tendencia de hacer él solo las cosas; Moreno ha continuado así. No ha tenido apertura democrática al diálogo con el movimiento político que sacó, por decir lo menos, la mitad de los votos en 2017. Moreno se ha enclaustrado con su partido y con sus aliados, en este caso el Partido Social Cristiano.