El pasado viernes caminaba de tarde por la ciudadela El Cóndor, en Guayaquil, cuando me percaté de que dos jóvenes me estaban siguiendo. Entonces, como actuaban de manera sospechosa, aceleré el paso para evitar que me roben lo que portaba. En eso una señora que llevaba una cartera e iba con un niño tuvo la mala fortuna de pasar por el sitio y de pronto escuché un grito: ¡Me están robando! Regresé y vi que la señora con el menor de edad (su hijo supongo) corría detrás de los pilluelos que tomaron diferentes direcciones; pero pude divisar que uno subió una loma y la perjudicada se quedó cansada de perseguirlo. No demoró mucho que llegaron dos hombres en una moto, le entregaron la cartera y la acompañaron a un PAI o UPC a poner la denuncia en presencia del chico que habían detenido. Es lamentable que ciertos adolescentes se dediquen a robar en vez de estudiar en el colegio o universidad para aspirar a tener un buen futuro, puesto que los delincuentes nunca pueden vivir en paz y siempre terminan en la cárcel, hospital o cementerio, porque hay personas que cuando los atrapan acostumbran a darles soberanas palizas (incluso a veces cometen el grave error de ajusticiarlos o quitarles la vida) antes de entregarlos a las autoridades.

Lic. Jhonny Muñoz L