“Asfixiar la voz de los ciudadanos es un ataque a la especie humana”

C uando la verdad se torna débil o inexistente, para defenderse hay que pasar a la acción. Por eso, hoy más que nunca, hacen falta fuerzas de habilidades defensoras, injertadas con diplomacia preventiva, para que esta atmósfera que padecemos de disturbios políticos, de violencia e impunidad que sufrimos por todo el planeta, cese de caminar en las tinieblas, y volvamos a propiciar la confianza necesaria que nos conduzca al goce del sosiego y al disfrute de los derechos humanos entre todas las personas. Ciertamente, la verdad no radica en la parte que grite más, sino en aquella ciudadanía, que dentro de los límites del orden moral y del bien colectivo, manifiesta el deber de vivir con dignidad y de buscar cada día con mayor profundidad y amplitud, horizontes de esperanza a compartir.

Asfixiar la voz de los ciudadanos, reducirla a un silencio forzado, es a los ojos de la autenticidad un ataque contra la propia conciencia de la especie humana, una violación a la estética del mundo, a su armonioso orden, tal como su propio derecho natural lo ha establecido. De ahí la importancia de conversar mucho, si en verdad queremos fortalecer y coordinar mejor las acciones de consolidación de la paz, algo que a todos nos interesa para la construcción de un orbe armónico y sostenible. En consecuencia, se precisan muchas fuerzas defensoras, pues hasta defender a la naturaleza es defender a la ciudadanía.