“Se abre un nuevo capitulo brillante”

el título del presente editorial está tomado del texto de una carta que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, dirige como respuesta a la enviada por la ciudadana Ileana Yarza, invitándolo a una taza de café cubano cuando visite a su país.

El hecho ocurrió en ocasión del anuncio de la Casa Blanca haciendo saber que Obama viajaría a Cuba. Era el 18 de febrero. Casi exactamente un mes después, el viaje se concreta a partir de hoy. Acompañado de su esposa e hija y también de su suegra, esa presencia familiar le otorga a la visita un carácter especial que supera las formalidades diplomáticas. Evidencia un sentimiento de confianza, la intención de fortalecer los lazos.

El resto es cuestión de las clásicas agendas. Tiene un ingrediente especial en el juego de ‘base ball’ programado. La práctica de ese deporte es tradición cubano-estadounidense.

Obviamente, no todos los ciudadanos de ambas naciones están de acuerdo con ese restablecimiento de relaciones. Obama y Castro están superando décadas de ruptura y los republicanos, en pleno proceso de concluir las primarias, con Donald Trump como su candidato presidencial, intentarán pasar factura. Ya desde estos días han decidido plantear ante la Corte Suprema que las medidas migratorias propuestas por el Gobierno son inconsistentes con la Constitución. El resultado podría ser el de inmovilizar la regularización de entre cuatro o cinco millones de migrantes. Por supuesto, tendrán que ser cuidadosos por el impacto electoral que su maniobra podría ocasionar.

En cualquier caso y hasta que se den las elecciones, queda claro el efecto que el viaje tiene para América Latina.

Aunque se utilice todo un arsenal retórico en contrario es obvio que el régimen de Caracas tiene motivos para sentirse lesionado, aunque desde La Habana se reitere la “invariable solidaridad”.

Sin duda, cuando esta tarde aterrice el avión presidencial en el aeropuerto José Martí, el mundo entero, pero especialmente nuestra región, deberá asumir que ha ocurrido un giro histórico en la geopolítica continental, cuyas amplias repercusiones, una de ellas cercana, podrían ser los cambios que se vislumbran en el conmocionado Brasil de estos días, motivados por una larga y vieja sombra de corrupción que, de pronto, ha dejado ver, sin reservas, su detestable rostro.