Solidaridad. Los submarinistas ecuatorianos comprenden la situación que están viviendo los argentinos y a la distancia ruegan porque se los rescate.

“Cuando estas abajo pensar en la muerte es inevitable”

Para el capitán de navío Guillermo Donoso, comandante del Escuadrón de Submarinos de la Armada del Ecuador, el tiempo en este tipo de situaciones se vuelve muy valioso.

“La angustia y el miedo por no saber si podrás volver a salir a la superficie y ver a tu familia es lo más horrible que puedes llegar a sentir en la vida”, menciona Gonzalo Romero, tripulante de uno de los submarinos ecuatorianos que reposan en la Base Naval Sur, en Guayaquil.

Su sentimiento, dice, lo acerca a los 44 submarinistas argentinos que están desaparecidos desde hace siete días y que viajaban a bordo del ARA San Juan, con rumbo a Mar del Plata, ubicada en el sudeste de la provincia de Buenos Aires.

“No quiero imaginar lo que está pasando por la cabeza de sus familiares, más cuando no hay ninguna seguridad de que puedan volver”, dice.

Ese pensamiento ha pasado algunas veces por la mente de Karen Villacís, su esposa. “Cada vez que sale a navegar me lleno de preocupación y lo encomiendo a Dios. Intento ser paciente y confiar en que todo saldrá bien, pero la incertidumbre me suele invadir durante las madrugadas”. El mayor tiempo que han pasado sin comunicarse ha sido de 25 días, pero la esperanza del pronto regreso mantiene fortalecida su relación de más de 15 años.

En Argentina la situación es distinta. Decenas de familias ya se han volcado a la base de Mar del Plata para pedir soluciones inmediatas a las autoridades navales. Muchos de ellos también están recibiendo ayuda psicológica por parte de expertos, ante la posible noticia de que la misión de rescate del buque se declare fallida.

Para el capitán de navío Guillermo Donoso, comandante del Escuadrón de Submarinos de la Armada del Ecuador, el tiempo en este tipo de situaciones se vuelve muy valioso. Durante sus años de navegación nunca le tocó experimentar algo así, pero recuerda que un pequeño fallo puede desestabilizar por completo el estado de ánimo y la concentración de un submarinista, más si está relacionado a fallos o cortocircuitos en alguna de las baterías.

“En mi primera salida el buque se apagó por cinco segundos, pero para mí ese tiempo fue eterno. Se convirtieron en cinco horas. Esa fue la vez que tuve más miedo, porque pensé que podíamos morir”, relata.

Intentar entender lo que puede estar sucediendo a bordo del ARA San Juan no es ajeno para los tripulantes ecuatorianos. “Cuando estás navegando la orden es comunicarte a una misma hora y, si no lo haces, en la base sabemos que algo malo sucedió. Ellos deben estar tratando de comunicarse de todas las formas posibles y saben que los están buscando. Que haya pasado mucho tiempo no es buena señal”, explica Donoso.

La pena de algunos integrantes del escuadrón aumenta cuando recuerdan que hace poco recibieron una capacitación por parte de los argentinos. “Tienen muchísima experiencia, debe ser algo muy grave lo que les sucedió abajo. Rezamos para que salgan con vida”, menciona uno de ellos.

Dentro de un submarino el espacio es reducido. Hay que caminar en fila y hacer el mayor silencio posible. Si una de las baterías falla puede contaminar a las otras y provocar que el buque se quede totalmente oscuro. Ese clima puede traicionar la preparación de cualquier navegante. “Nosotros nos preparamos muchísimo, pero cuando estás abajo pensar en la muerte es inevitable. Ellos deben estar desesperados”, comenta Pablo Negrete, segundo al mando de uno de los buques.

Durante su ausencia, su esposa Teresa Muñoz le envía mensajes de texto, como para tratar de olvidar que no tendrá noticias de él. “A veces he deseado que regrese en medio de una misión, pero sé que es su segunda pasión y que la asume con responsabilidad y honor”.

Doce países buscan a los 44

En total 12 países participan en la búsqueda a contrarreloj del submarino argentino ARA San Juan, perdido el miércoles pasado con 44 tripulantes en el Atlántico Sur, en medio de un persistente temporal que complica la identificación de alguna señal del sumergible.

Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Noruega, Italia, Brasil, Chile, Uruguay, Perú y Colombia han sumado sus buques y aviones al despliegue argentino de 14 embarcaciones militares, tres naves de la Prefectura Naval Argentina y cinco aviones. En el operativo participan 49 medios navales y aéreos, entre los que están activos en el área de operaciones y a disposición.

El San Juan navegaba desde el puerto austral de Ushuaia hacia Mar del Plata, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, cuando perdió contacto con las bases.

Los 118 que se llevó el Kursk

Considerada una fortaleza submarina imposible de destruir, el hundimiento del Kursk el 12 de agosto de 2000 fue una de las mayores tragedias navales de Rusia.

Durante unos juegos de guerra en el mar de Barents, el submarino se fue a pique con sus 118 tripulantes después de dos explosiones, la última equivalente a un terremoto de 4,2 en la escala de Richter.

La Armada rusa mantuvo en secreto la tragedia con la intención de no revelar la existencia de material bélico nuclear (un reactor y misiles) a bordo.

Y dejaron a la tripulación a 110 metros de profundidad librada a su suerte. Pero 16 días después, la presión pública llevó a la Armada a aceptar ayuda extranjera para intentar rescatar a los supervivientes.

Lamentablemente, la decisión política del presidente Vladímir Putin de no aceptar ayuda a tiempo condenó a la tripulación.