El lastre bolivariano

La diáspora de venezolanos que huyen de su país por las deplorables condiciones en que viven es un hecho innegable. Cientos de miles de ellos han pasado por Ecuador en los últimos meses y muchos se han quedado a vivir aquí. Tratar de negarlo es tan absurdo como querer tapar el sol con un dedo. Sin embargo el ministro de Comunicación venezolano, Jorge Rodríguez, tuvo la indelicadeza, por calificarlo de manera suave, de llamar mentiroso al presidente Lenín Moreno tras denunciar en la ONU lo que los ecuatorianos, los colombianos, los peruanos, los chilenos, los argentinos o los brasileños están viendo cada día en primera persona. Un ministro, por cierto, que parece tener problemas con las matemáticas. Sus cuentas no salen.

Esta evidente falta de respeto hacia el máximo dirigente de un país supuestamente amigo, trajo como consecuencia la ruptura de relaciones diplomáticas que se desencadenó el jueves con la expulsión de la embajadora venezolana en Quito, respondida de la misma forma con la encargada de la legación diplomática ecuatoriana en Caracas por el Gobierno de Maduro. Pero el problema de los migrantes solo ha sido el detonante de una crisis que se venía anunciando desde hace meses y llega ahora a su punto de máxima fricción.

El presidente de Ecuador ya llevaba tiempo anunciando que no iba a entregar incondicionalmente su apoyo a un país que vive un desastre humanitario con los ojos cerrados. Condenó el alto número de presos políticos en Venezuela y congeló la posesión del embajador en Venezuela tras la grosera injerencia de Nicolás Maduro al criticar el pedido de prisión contra Rafael Correa por el caso Balda.

Ecuador se ha ido desvinculando progresivamente de la influencia bolivariana y, desde la posesión del nuevo canciller, José Valencia, ha emprendido nuevos rumbos en su política exterior. Primero con el acercamiento a Estados Unidos o la intención de integrarse en la Alianza del Pacífico. En paralelo se ha desligado de la ALBA, la Unasur, Bolivia, Venezuela o el caso Assange. La ruta parece trazada con claridad en el marco de las relaciones internacionales.

Lo mejor es siempre mantener relaciones cordiales con los demás países y más si son amigos y vecinos. Si no es posible, se impone la firmeza.