Lasso reclama como suya la centroderecha

Lasso reclama como suya la centroderecha

Discurso holgado. Guillermo Lasso (CREO) reclamó ayer el espacio político de centroderecha, durante una cercana conversación con empresarios católicos en Guayaquil, a quienes instó a “defender los principios” en los que creen.

Discurso holgado. Guillermo Lasso (CREO) reclamó ayer el espacio político de centroderecha, durante una cercana conversación con empresarios católicos en Guayaquil, a quienes instó a “defender los principios” en los que creen.

No se refería a la religión. O no exclusivamente. Lasso, con un discurso adornado por carajos y lejos del territorio hostil de las tarimas, rechazó que la izquierda imponga un país donde “los presidentes de centroderecha se sienten en el sillón del malo y sientan complejos. Como si ese sillón le perteneciera a la izquierda. Ese sillón nos pertenece a todos”, abogó. Y a punto y seguido: “Yo me sentaré allí y será el sillón de la libertad, la democracia y la libre empresa”.

Esta es la primera ocasión en la que Lasso acepta una etiqueta política. Y ha sido también su primera defensa pública de una flexibilización laboral, aunque lo diga de puntillas. “Dicen que es un pecado hablar de flexibilización laboral. Pero tenemos que hablar sin complejos y con sinceridad”, introducía, para suavizar el tono de lo que denomina la Ley de Oportunidad Laboral. El proyecto forma parte de su agenda legislativa. Porque, asegura, “no se puede crear empleo con un salario que no es competitivo en América Latina”, en referencia a los más de 500 dólares del salario unificado.

Rodeado por medio centenar de empresarios afines, el candidato ha optado por romper su propio molde. Porque cuando Lasso se siente en confianza, como resultaba evidente en una cita donde se refería a los demás como ‘hermano’ o por su nombre, es capaz de abandonar la pasividad que acostumbra mostrar ante las cámaras. Y disparar políticamente. Sin mirar a quién. Como una metralleta acusadora.

Al centro: los ciudadanos. Les dice que “es mentira que Ecuador no tiene salida”, que el país “está en crisis, está en la mierda”, pero que él desea echarse al hombro la solución de ese problema. De verdad lo quiere. Y lo quiere ahora, no como los que quieren sentarse “a esperar un Ecuador sin deuda y con superávit”, apunta.

A la derecha: Jaime Nebot (PSC), sin nombrarlo. Aunque refiriéndose a él con la muletilla de “mi amigo Jaime” ha terminado por acusarlo de “esconder la pobreza como la basura bajo la alfombra”, en una crítica inusual a “los toletazos” contra los informales. Lasso, aunque admitía diferencias con el modelo municipal socialcristiano, nunca había puesto el dedo en la llaga.

Y a la izquierda: el presidente Rafael Correa. Acude al archivo para restregar los dos aviones oficiales y el hecho de que “aun así se llame socialista”, ironiza. A su lado: Lenín Moreno. Devolviendo el golpe del pacto ético, lo ha acusado de recibir un millón de dólares como “regalo del Gobierno”, en referencia a las publicaciones que adjudican la cifra al sueldo de Moreno como delegado ante la ONU. Lasso considera que esta historia es la verdad del correísmo: “Si tienes cara de bueno, cuentas cachos y andas en silla de ruedas, entonces no hay peculado”, bramó. “Al carajo con esa verdad”.

La confrontación, de la que CREO ha intentado distanciarse, se asoma como una vía hacia Carondelet, difícil de esquivar. Así se reintroduce Lasso: “Quería que conozcan al verdadero Guillermo, el que va a ganar las elecciones y va a gobernar a partir de mayo del 2017”, se justificó.

Discurso holgado. Guillermo Lasso (CREO) reclamó ayer el espacio político de centroderecha, durante una cercana conversación con empresarios católicos en Guayaquil, a quienes instó a “defender los principios” en los que creen.

No se refería a la religión. O no exclusivamente. Lasso, con un discurso adornado por carajos y lejos del territorio hostil de las tarimas, rechazó que la izquierda imponga un país donde “los presidentes de centroderecha se sienten en el sillón del malo y sientan complejos. Como si ese sillón le perteneciera a la izquierda. Ese sillón nos pertenece a todos”, abogó. Y a punto y seguido: “Yo me sentaré allí y será el sillón de la libertad, la democracia y la libre empresa”.

Esta es la primera ocasión en la que Lasso acepta una etiqueta política. Y ha sido también su primera defensa pública de una flexibilización laboral, aunque lo diga de puntillas. “Dicen que es un pecado hablar de flexibilización laboral. Pero tenemos que hablar sin complejos y con sinceridad”, introducía, para suavizar el tono de lo que denomina la Ley de Oportunidad Laboral. El proyecto forma parte de su agenda legislativa. Porque, asegura, “no se puede crear empleo con un salario que no es competitivo en América Latina”, en referencia a los más de 500 dólares del salario unificado.

Rodeado por medio centenar de empresarios afines, el candidato ha optado por romper su propio molde. Porque cuando Lasso se siente en confianza, como resultaba evidente en una cita donde se refería a los demás como ‘hermano’ o por su nombre, es capaz de abandonar la pasividad que acostumbra mostrar ante las cámaras. Y disparar políticamente. Sin mirar a quién. Como una metralleta acusadora.

Al centro: los ciudadanos. Les dice que “es mentira que Ecuador no tiene salida”, que el país “está en crisis, está en la mierda”, pero que él desea echarse al hombro la solución de ese problema. De verdad lo quiere. Y lo quiere ahora, no como los que quieren sentarse “a esperar un Ecuador sin deuda y con superávit”, apunta.

A la derecha: Jaime Nebot (PSC), sin nombrarlo. Aunque refiriéndose a él con la muletilla de “mi amigo Jaime” ha terminado por acusarlo de “esconder la pobreza como la basura bajo la alfombra”, en una crítica inusual a “los toletazos” contra los informales. Lasso, aunque admitía diferencias con el modelo municipal socialcristiano, nunca había puesto el dedo en la llaga.

Y a la izquierda: el presidente Rafael Correa. Acude al archivo para restregar los dos aviones oficiales y el hecho de que “aun así se llame socialista”, ironiza. A su lado: Lenín Moreno. Devolviendo el golpe del pacto ético, lo ha acusado de recibir un millón de dólares como “regalo del Gobierno”, en referencia a las publicaciones que adjudican la cifra al sueldo de Moreno como delegado ante la ONU. Lasso considera que esta historia es la verdad del correísmo: “Si tienes cara de bueno, cuentas cachos y andas en silla de ruedas, entonces no hay peculado”, bramó. “Al carajo con esa verdad”.

La confrontación, de la que CREO ha intentado distanciarse, se asoma como una vía hacia Carondelet, difícil de esquivar. Así se reintroduce Lasso: “Quería que conozcan al verdadero Guillermo, el que va a ganar las elecciones y va a gobernar a partir de mayo del 2017”, se justificó.