Lanzara Trump una guerra de divisas
En las últimas semanas el Gobierno de Trump implementó una serie de medidas comerciales y de inversión que ponen a China en la mira, a la que ve como principal “enemigo económico” de Estados Unidos. La interrogante es si, acto seguido, lanzará un ataque contra el renminbi, la cada vez más popular moneda de China. Hasta ahora, EE. UU. ha impuesto aranceles de importación arrasadores del 25 % sobre el acero y el 10 % sobre el aluminio, y ha labrado exenciones para ciertos aliados suyos, mientras que utiliza los aranceles como instrumentos de negociación para extraer concesiones de otros. China no es un proveedor importante de acero o aluminio para EE. UU., pero su exceso de capacidad ha ejercido una presión a la baja sobre los precios del acero y el aluminio en todo el mundo, en detrimento de los productores estadounidenses. Por tanto, el objetivo de Trump es forzar a China a reducir drásticamente su propia producción. Incluso ha dado a conocer sus planes para imponer aranceles de importación a una amplia gama de productos chinos, valorados hasta en US$ 60 mil millones y está endureciendo aún más las restricciones aplicadas a las adquisiciones e inversiones corporativas por parte de firmas extranjeras, dejando entrever su intención de impugnar ante la OMC las transferencias forzadas de tecnología que aplica China. Por otra parte, se está movilizando para impedir que compañías chinas inviertan en sectores estadounidenses considerados sensibles, como el de los semiconductores y las tecnologías de comunicaciones inalámbricas 5G. Hasta la fecha, el Gobierno de Trump no ha tomado ninguna acción directa contra el renminbi. Sin embargo, ya que considera a las exportaciones e inversiones chinas como una amenaza, puede que sea solo cuestión de tiempo antes de que lo haga. Desde la crisis financiera mundial de 2008, el gobierno de China ha hecho grandes esfuerzos por promover la reputación internacional del renminbi. Flexibilizó regulaciones para que se puedan realizar más transacciones comerciales en renminbis, dejando de lado el uso de monedas de facturación tradicionales, como el dólar estadounidense. Estableció una red de bancos de compensación en renminbi que abarca a centros de todo el mundo. Cultivó mercados activos para depósitos en renminbi y bonos denominados en renminbi en Hong Kong y en otros lugares. Y llegó a acuerdos de ‘swap’ de divisas con docenas de bancos centrales extranjeros, con la esperanza de que el renminbi se convierta en un nuevo activo de reserva a nivel mundial. Mientras tanto, logró un hito importante en 2015, cuando el FMI acordó incluir el renminbi en la canasta de monedas que determina el valor de su activo de reserva sintético, el Derecho Especial de Giro (DEG). Antes, ese privilegio se otorgaba únicamente al dólar estadounidense, la libra esterlina, el yen japonés y el euro. Antes de Trump, la política estadounidense para mantener la primacía del dólar era en gran medida pasiva y hasta conciliadora. Pero llegó Trump y el escenario cambió completamente. Una guerra de divisas que se desarrolle paralelamente a una guerra comercial revestiría peligro y posiblemente sería desastrosa. Los mercados financieros podrían desestabilizarse y verse afectados los préstamos internacionales.