
Jose Encalada, el alfarero de Cuenca
Historia. Los antecedentes históricos de los alfareros cuencanos se remontan a tiempos anteriores a la Colonia. Eran muy considerados en la sociedad.
José Encalada tiene 84 años de edad y es uno de los tres alfareros que quedan en Cuenca. El arte de la alfarería lo aprendió a sus 14 años y tras siete décadas en el oficio se ha convertido en maestro del moldeo de la arcilla. Hace a mano macetas, apliques de pared, vasijas, teteras, platos y adornos en arcilla.
Su hijo Iván, de profesión ingeniero en minas, de 49 años y el cuarto de siete hermanos (cinco varones y dos mujeres) le sigue sus pasos. Ayuda a su padre en los trabajos diarios y desde hace 14 años se ha convertido en voluntario gratuito para capacitar a comunidades sobre el arte de la alfarería.
“Es el intercambio de técnicas del paleteado y golpeado y el aprovechamiento de tecnologías e innovaciones nativas para el tratamiento de la arcilla y la elaboración manual de los productos”, explica Iván, tras señalar que recientemente dictó talleres a un grupo de artesanos de las comunidades Shuar y Achuar. “Es el camino para mantener vivo el oficio milenario”, afirma el alfarero.
El taller de José se ubica en el barrio de la Convención del 45, al oeste de Cuenca, que es el sector donde se asentaron unos 60 alfareros con sus talleres. Al barrio se lo conoció hasta hace unos 50 años como Las Ollerías. Al momento solo José ha quedado en la barriada. Del resto, unos han dejado el oficio y unos pocos han muerto, menciona el maestro José.
Con el cansancio de los años, pero feliz y orgulloso porque Iván heredó el arte, reseña José que desde un par de años atrás su alumno, Santos Cárdenas, nativo de Piura, y su hijo Iván, lo dejan hacer muy pocos trabajos. “Son ellos los que se han apersonado del taller”, dice muy sonriente el hombre.
Cuenta que el barrio fue asentamiento de alfareros, por cuanto la tierra del sector era del material o la arcilla que sirve para ejecutar los trabajos. Ahora hay solo viviendas. El barro lo compra en las parroquias rurales de Santa Ana, Sinincay y Jadán, dice.
Al taller de José Encalada han llegado ceramistas y artesanos de Holanda, India, China, México, España, Japón y otros países para intercambiar experiencias y conocer las técnicas que él utiliza.
Entre los objetos que elabora están los apliques de pared con motivos indigenistas y las figuras de palomas, cerdos, caballos y otros, como ollas, tazas, platos y cazuelas.
“Se elaboran por partes en el torno. Primero se hace el cuerpo, la cabeza, las patas y poco a poco se va armando”, explica el artesano. Indica que en el tiempo que lleva haciendo este arte, junto a su esposa y sus hijos, ha formado una microempresa. Su esposa administra un pequeño almacén. En los procesos de acabado y pintado de los elementos participan sus seis restantes hijos.
Otro de los alfareros que quedan es José Cumbe, quien ha aportado con sus conocimientos a varias instituciones y empresas como la Fundación Paúl Rivet, Artesa y Cerámica Vega. El tercer alfarero es José Avendaño, quien tiene su taller por el sector de Sayausí.
Eliécer Cárdenas, cronista de Cuenca, reseñó que la alfarería se mantiene desde la época prehispánica donde los habitantes hacían utensilios en barro de forma manual, con longas que luego daban forma a las vasijas. “Este oficio se mantiene desde hace 1.500 años en zonas de Azuay y Cañar”.
La alfarería tiene orígenes indígenas, según el escritor azuayo, quien explica que en la Convención del 45 se asentaron la mayoría de alfareros de Cuenca. (F)