Jerusalen

Donald Trump reconoce Jerusalén como la capital de Israel. ¿Qué sorpresa hay en ello? En política exterior, Trump construyó su campaña promulgando el desastre que había significado Obama; dejando de lado aliados históricos, por acercarse a nuevas naciones. Es consecuente con el discurso de volver a la esencia norteamericana, terminar de consagrar su amistad con Israel. Darle una victoria casi definitiva al estado judío; arrebatándole a los palestinos la capital. Aunque esto significa violar el derecho internacional e imponer la voluntad de un presidente sobre la ONU. Desde el inicio del conflicto, se aprobó la “internacionalización de Jerusalén”; al ser la ciudad con significado religioso para todos los involucrados en el conflicto se la designó como “Corpus Separaum”, región dependiente del Consejo de Seguridad. Lo último que se necesitaba era revivir las cruzadas del siglo XII. Pero la victoria no estaría completa para el sueño judío hasta que la anexión de Jerusalén sea total. Después de todo, es parte de la Tierra Prometida. No importa que tenga un significado especial para los musulmanes o el resto del mundo. Su causa es la “legítima”. El Consejo de Seguridad ha recordado en numerosas ocasiones que “todas las medidas que haya tomado Israel con el fin de alterar el estatuto de la ciudad de Jerusalén (...) son totalmente nulas” (1971). Washington y Tel Aviv, deciden ignorarlo. Defienden la creación del Estado de Israel invocando la autoridad de ONU, pero para todo lo demás, no existe. La transgresión del Derecho Internacional, tampoco nos debería llamar la atención. Como escribió alguna vez Tucídides: “Ustedes saben tan bien como nosotros que el derecho, como suele decirse, solo se discute entre quienes tienen el mismo poder, mientras el fuerte hace lo que puede y el débil sufre lo que debe”. ¿Qué tampoco llama mi atención? La falta de consideración ante las posibles consecuencias en el Medio Oriente. En una zona tan volátil uno trataría de evitar radicalizaciones; Donald hace lo opuesto. Hoy se reúne el Consejo de Seguridad para discutir la decisión de la Casa Blanca. Si encuentran la manera de condenarla, eso sí sería una sorpresa.