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Instantáneas coronavíricas: Ese devaluado sentido del ridículo

El presidente estrena cuarto de guerra en Carondelet. El ministro marea a todo el mundo con las cifras oficiales.  El secretario del Gabinete hace el papelón internacional en CNN

El centro de operaciones de Lenín Moreno.
Escenografía. El centro de operaciones de Lenín Moreno.

Lenín Moreno está en capilla

“Ecuatorianos, me encuentro en este momento en el centro de operaciones del Palacio de Gobierno”. Así empezó Lenín Moreno su cadena nacional del domingo por la noche. “Un centro de operaciones -dijo- en el cual recibo toda la información a nivel nacional acerca de la emergencia y tomo las decisiones pertinentes”. Se trata, en realidad, de un enorme salón vacío donde han instalado, obviamente para efectos de la producción, una especie de pupitre tras el cual se sienta el presidente, una serie de pantallas con gráficos y estadísticas, orientadas todas hacia ningún otro lugar que no sea el que ocupan las cámaras, y, al fondo, un retablo barroco. Durante mes y medio se dirigió Moreno al país desde una glacial escenografía que simulaba su despacho, con paredes de aglomerado, muebles de Ferrisariato y fotos de los nietos. Y ahora esto: un cuarto de guerra en la capilla de Palacio. No es un dato menor el hecho de que el primer impulso de los productores de las cadenas nacionales del presidente consista en engañarnos.

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El objetivo de este montaje escénico es, como suele ocurrir con estas cosas, crear el ambiente propicio para el desarrollo de un personaje. En este caso, el propio Lenín Moreno en su faceta de hombre a cargo de la situación. Helo ahí, señalando con solvencia los cuadros que se despliegan en las pantallas, el comportamiento de la curva de contagios, los mapas de movilidad de los infectados en tiempo real, la distribución de la infraestructura de salud en el territorio nacional...

Enteradísimo de la situación se encuentra el presidente en medio del gran salón vacío. Con toda esa información, que no para de actualizarse en sus pantallas, ha tomado una decisión importantísima, la madre de todas las decisiones, y ahora se dispone a comunicarla al pueblo que lo escucha. Esa decisión es que, a partir del lunes próximo, 4 de mayo (suspenso, expectativa, redoble de tambores), los alcaldes del país decidirán lo que se hace.

El ministro Juan Carlos Zevallos
Anuncio. El ministro Zevallos asegura: “tenemos capacidad sanitaria”.

Zevallos se come sus palabras

“Tenemos la capacidad sanitaria y de seguimiento”, dice el ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, para tranquilizar a la población con respecto al anunciado fin de la cuarentena. Apenas 24 horas después, una mujer guayaquileña que perdió a su esposo, sus padres y su hermano en una misma semana, denuncia que peregrinó de hospital en hospital sin recibir atención ni ayuda. Y la actualización de las estadísticas arroja datos tan confusos que el Ministerio de Salud se ve obligado a emitir tres boletines en tiempo récord. En el transcurso de una misma tarde, la “capacidad sanitaria y de seguimiento”, una vez más y por si hiciera falta, se va por el excusado.

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Resulta que el viernes 24 de abril el número de personas infectadas por coronavirus en Guayas era, según la indescriptible estadística oficial, de 15.365. En Pichincha, 1.634. En Manabí, 1.886. Con esas cifras entramos en un fin de semana durante el cual no se entregaría información porque, se dijo, se disponían a consolidarla. Cuál no sería la sorpresa del país cuando, el lunes 27, al término de la consolidación, el número de infectados pasó a ser de 10.172 en Guayas (unos 5.200 menos que el viernes), 1.119 en Pichincha (500 menos) y 514 en Manabí (1.300 menos). Resultado: el caos fue el protagonista del primer día de la supuesta semana de preparación para salir de la cuarentena.

Nadie dio la cara. La anunciada rueda de prensa del viceministro Xavier Solórzano (que habría sido una estupenda oportunidad para demostrar las capacidades sanitarias y de seguimiento de su ministerio) fue suspendida. Las autoridades prefirieron las explicaciones por escrito. Dijeron que las nuevas cifras eran el resultado de haber “desagregado” las pruebas rápidas de las llamadas PCR, que son “las únicas que otorgan certeza diagnóstica y están homologadas internacionalmente”. O sea que hay unas pruebas que no otorgan “certeza diagnóstica” pero se han estado aplicando a miles de ecuatorianos. Al 75 por ciento de los manabitas, por ejemplo. A eso se llama “capacidad sanitaria y de seguimiento”.

Roldán y Fernando del Rincón.
Entrevista. Roldán y Fernando del Rincón.

Roldán se presentó en CNN y empeoró lo impeorable

Sebastián Roldán fue a CNN a mostrar un cuadro y despachar un par de datos. A como diera lugar. Lo habría hecho aunque la entrevista hubiera versado sobre fútbol. Primero, Fernando del Rincón (conductor del programa Conclusiones) le habló sobre el caso de la guayaquileña que perdió a sus padres, a su esposo y a su hermano en un lapso de cinco días, y le preguntó si esas muertes se debieron, como denuncia la mujer, a la negligencia de los hospitales. Entonces Roldán sacó el cuadro: una curva donde se aprecia la disminución del número de fallecimientos a partir de cifras que el mismo Gobierno sabe que son falsas. ¿Qué relación tenía esto con la pregunta? Ninguna. ¿Con la realidad? Muy poca. Le interrumpió el periodista y mandó a corte comercial.

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Al volver le preguntó cómo se explica el incremento de muertes registradas en un mes en Guayaquil: pasaron de 1.862, en marzo de 2019, a 8.685 en marzo de 2020. Entonces Roldán… ¡volvió a sacar el mismo cuadro! Esta vez Rincón lo dejó concluir, pero le quedó claro que estaba perdiendo el tiempo. Nada extraño: suele ocurrir así con las entrevistas solicitadas y esta lo era. Roldán venía rogando por un espacio desde el 9 abril. ¿Para qué? Para corregir la mala impresión que dejó la entrevista a su compañera María Paula Romo, humillada por Rincón debido a su incapacidad de responder lo que se le pregunta; quizá para vengarla. En suma, esto no tenía nada que ver con un acto de transparencia informativa: era una operación de lavado de imagen.

Peor que a Romo le fue a Roldán. No contestó a ninguna de las preguntas y se notó. Sus desplantes (como aquel de “usted no me va a dar lecciones de vida”) fueron frenados con energía por Rincón. Su empecinamiento en hablar al mismo tiempo que el entrevistador obró en su perjuicio, pues no se le entendió media palabra y lo mostró en su faceta de emperramiento infantil. Lo único que sí logró (y da la impresión de que empeñó harta energía mental en ello) fue conservar la sonrisa hasta el final: esa sonrisa de superioridad moral tan característica con la cual los políticos pretenden comunicar que se encuentran muy por encima de sus oponentes. Aunque en el fondo, como ocurrió visiblemente con Roldán cuando mostraba el cuadro de marras, les tiemblen las manos.