Inicio de clases: repercusion ignorada

En el último lustro la fecha de inicio de clases en la Costa se ha modificado de año en año, generando una serie de repercusiones que en apariencia no han sido contempladas a la hora de su definición.

De un 2 y un 4 de mayo en 2016 y 2015 respectivamente, se pasó al 16 y al 24 de abril en 2018 y 2017, para ahora anunciar que el año lectivo 2019-2020 comenzará el 8 de abril. Son cambios en los tiempos tal vez considerados inofensivos, pero que trastocan lo ya planificado por los hogares, los profesores, los trabajadores y hasta las empresas. No solo se alteran las vacaciones familiares, con los consiguientes costos por reprogramación de fechas en pasajes y estadía, o los cronogramas de vacaciones de los empleados, ya coordinados para no perjudicar la normal actividad comercial o productiva. También se ven afectados los planes de mantenimiento de las instalaciones educativas y de capacitación de los docentes, que se realizan durante las vacaciones escolares. Y por supuesto, las expectativas del sector turístico de la región, pues al ser cada vez más breves las temporadas playeras, disminuyen considerablemente sus ingresos, los cuales son generados por los consumos de los visitantes a los balnearios durante la época invernal, y de los que depende mayoritariamente su subsistencia el resto del año.

El periodo lectivo en curso originalmente finalizaba la segunda semana de febrero de 2019; ahora deberá adelantarse a inicios de ese mes. Y los exámenes finales y la prueba Ser Bachiller se tendrán que rendir en un ‘timing’ bastante apretado, mientras que las incorporaciones de bachilleres y las fiestas de graduación difícilmente podrán ser cambiadas de fecha. Así, en la práctica, las vacaciones se iniciarán recién con el carnaval, el 4 y 5 de marzo, y se verán interrumpidas apenas dos semanas después debido a las elecciones de autoridades seccionales del domingo 24. Tras las votaciones, quedarán las dos últimas semanas libres, en las que habrá que destinar los sueldos y salarios a la compra de uniformes y útiles escolares y a cancelar las matrículas, con lo que el dinero disponible será canalizado a esos gastos, que tendrán prioridad sobre lo recreativo.

Planes caotizados, menos descanso, menos turismo y por lo tanto menores ingresos para ese sector productivo al que se apuesta como uno de los puntales para reactivar nuestra resentida economía.