Influencia de la banca

No se puede generalizar y decir que la intervención política de la banca haya sido beneficiosa para el Ecuador, sin negar la presencia de banqueros de primer nivel en cuanto a su ética y su negativa firme y permanente para involucrarse en la magistratura del Estado.

Durante un buen lapso de la vida republicana, un banco ocupó las más importantes posturas en varios gobiernos de la época. Puso y defenestró ministros, también fue su prestamista, entregando papel moneda sin respaldo y cobrando los créditos con buena moneda, respaldada por el patrón oro.

Más tarde se produjo la llamada Revolución juliana, que trató de implementar un gobierno que fuera a la vez progresista y acentuadamente nacional.

La juventud y la inexperiencia de los actores de ese pronunciamiento no permitieron que cumpliera sus propósitos y la Junta Militar inicial fue reemplazada por una civil, luego por la dictadura personal de un médico lojano, y después por una Constituyente que nombró a ese mismo médico como presidente constitucional de la República.

Este nuevo gobierno inició reformas trascendentales con la intervención de la Misión Kemmerer, algunas de las cuales todavía subsisten, pero la injerencia de un banco echó por tierra esos afanes y vinieron luego los diez años más inestables de la nación, con diez gobiernos en esa década, para dar paso después a unas elecciones generales fraudulentas, que designaron un presidente que inició un mandato despótico, persiguiendo a la oposición y que concluyó su paso por la presidencia suscribiendo su gobierno el protocolo de Río de Janeiro, que representó la pérdida de la mitad del territorio nacional.

Otra intervención de la banca ocurrió en 1999, y se desató una crisis de consecuencias tan grandes que dio al traste con el Gobierno. Entonces se eligió uno nuevo y luego captó la presidencia uno de los gobiernos más largos y cuestionados de la historia nacional.

La banca sufrió un proceso de honda crisis que se habría superado años después. Hoy está presente en el entorno político tangencialmente, a través de una sólida posición de solvencia.

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