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Los infiltrados

Ha transcurrido más de una semana desde que Lenín Moreno apareciera para indignarse por la fuga de Fernando Alvarado, quien le contestó que tuvo ayuda de alguien muy cercano a él para huir hacia no se sabe dónde.

“Nos ha atacado la mafia”, tronó Moreno, El Ausente, y varios de sus funcionarios avisaron que darán con los infiltrados que aún están en su Gobierno. “La mafia”, le dice ahora, como si él no hubiese vivido (muy bien) en Quito y Ginebra gracias a su manto protector, y no fuese él y solo él quien nombró a los “topos”.

Hace 12 días fugó Alvarado y la reacción gubernamental ha sido echarle la culpa al único implicado que no tiene nombre ni apellido: el grillete abandonado. Así de evasivas, y cínicas, han sido las respuestas de los funcionarios interpelados al respecto en la Asamblea. Por eso, en vez de indignarse tanto, ¿no debería Moreno pasar lista a los posibles infiltrados? Se daría cuenta de que son muchos.

Que empiece por la exministra de lo que sea María Fernanda Espinosa y sus colegas Johanna Pesántez, Raúl Abad, Paúl Granda, Verónica Espinosa, Rosana Alvarado o José Francisco Cevallos. Y asambleístas como Julio César Quiñónez, María José Carrión o Elizabeth Cabezas. Y sacrificadísimos amigos o asesores como Gustavo Baroja, Leonardo Vicuña o Ricardo Zambrano. Y funcionarios para servir a la patria donde usted lo disponga señor presidente, como Efraín Vieira, Nicolás Issa, Jorge Wated o Mery Verduga.

También baluartes de la lucha antiimperialista, combativa y revolucionaria como María Alejandra Vicuña o Fander Falconí, expertos en despejar la sangre de su cara. Y fieles a cualquier causa como Andrés Michelena, el hoy valerosísimo fiscal contra su exjefe en fuga. O como Mariano Zambrano, que ahora le declara su amor a partes iguales a Moreno y a Jaime Nebot, pero al que aún podría latirle el corazón por su pasión de toda una década: Rafael Correa.

Hay más nombres, tantos. Pero ni falta que hacen: si el presidente quiere en verdad cazar a los topos, que convoque un Gabinete ampliado y lo despida por completo. Tal vez solo entonces descubra que la verdadera infiltración empezó con él.