Elecciones. Alejandro Domínguez ocupaba el cargo interino en el organismo por Napout. Ayer en los sufragios fue respaldado.

Entre el hospital y las aulas universitarias

Era un niño cuando acompañaba a su padre, José Eduardo Molina, a vender el pan en las clínicas de Guayaquil. Desde entonces le llamaban la atención las batas blancas. Ya de adolescente, acudía a esos lugares a cobrar y se quedaba entretenido viendo todo el movimiento que allí se generaba con los enfermos. Cuando recuerda esos momentos, César Molina Salazar, el cuarto de ocho hermanos, reconoce que fueron esas vivencias las que lo inclinaron por la Medicina.

Y en esa época supo también que quería ser pediatra. La cercanía con el antiguo hospital Alejandro Mann fue cultivando en él ese gusto por tratar la salud de los niños.

Este quiteño llegó a Guayaquil cuando tenía cuatro años. Sus problemas respiratorios hicieron necesario su traslado y fue aquí donde hizo una carrera que le ha dado varios reconocimientos que destacan en las paredes de su consultorio. Algunos del Congreso Nacional, del Colegio de Médicos del Guayas y de las instituciones para las que laboró.

Gran parte de su carrera profesional la pasó en el hospital Guayaquil, fue uno de los médicos fundadores y trabajó por 37 años. Meses después de ingresar ya se había convertido en el jefe de Pediatría.

Su paso por la docencia también ha sido destacado, pues durante cuatro décadas en la Universidad de Guayaquil formó a varias generaciones.

Y es que ha tenido una vida de mucho movimiento profesional. Entre sus responsabilidades también estuvo la de ser presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Pediatría, núcleo del Guayas.

Con esa misma energía de los primeros días de trabajo, César Molina sigue atendiendo. Ya va por la tercera generación. “Muchos de mis pacientes ya son padres y vienen con su hijos para que yo sea su médico”. Eso lo emociona, al igual que su familia. Está casado, tiene tres hijos, seis nietos y un bisnieto.

Ellos son su motor, además de la actividad física. No deja de hacer deporte. Es amante del tenis y los martes y jueves se reúne con sus amigos, de varias profesiones, a jugar. Se llaman los Pájaros azules y participan en torneos interprovinciales. Algunos de esos trofeos que destacan sus habilidades están en las repisas de su consultorio junto a los juguetes con los que entusiasma a los chicos para que quieran ir a la consulta.

Dice que los chicos son más activos que antes. Por eso, ya ha debido guardar muchos libros. La experiencia lo lleva a adaptarse a los cambios, incluso tecnológicos.