La hora de los candidatos

Nos acercamos con paso cierto al período electoral y ya se perfilan las candidaturas, tan variadas en mensaje y contenido como los personajes, damas y caballeros, que buscan el apoyo popular.

Nos acercamos con paso cierto al período electoral y ya se perfilan las candidaturas, tan variadas en mensaje y contenido como los personajes, damas y caballeros, que buscan el apoyo popular. Llega entonces la hora de que, aparte de las proclamas, los actores empiecen a pronunciarse sobre los temas de la economía.

La economía es, a no dudarlo, un plato fuerte pues el próximo gobierno deberá enfrentar los problemas heredados, centrados todos ellos en el modelo de desarrollo que deberá regir. Hemos sostenido que la era del estímulo fiscal ha concluido y que es necesario examinar en profundidad las opciones que existen para equilibrar las finanzas, retomar el crecimiento vinculado a una aceptable distribución social, volver con paso firme a formar parte de la comunidad internacional y redescubrir el potencial del mercado para lograr los objetivos nacionales.

Las preguntas y temas sobrepasan las limitaciones de un análisis. Sin embargo, asuntos pesados como el control y destino del gasto, la preservación y fortalecimiento de la dolarización, el manejo de la deuda pública, la estructuración de un régimen descentralizado que estimule el desarrollo desde la base y no dependiente del gobierno central, la reestructuración misma del gobierno central, la separación de poderes para impulsar la seguridad jurídica, el régimen tributario, la reorientación del ya asfixiante aparato regulatorio, el apoyo a la libertad de expresión y la erradicación de la corrupción, deben, entre otros, ser temas absueltos en forma clara y precisa, a fin de que la práctica de la política tome nuevos rumbos y los ecuatorianos puedan mirar hacia adelante con renovada esperanza.

El país debe aprender y asimilar las lecciones del populismo. Es muy fácil prometer cambio y felicidad colectiva, crear figuras de liderazgo, encontrar blancos aparentemente fáciles, y pontificar acerca del nuevo país. En la práctica, sabemos que las promesas vacías son palabras al viento; que es necesario construir una renovada cultura política que proponga y se nutra de la fuerza de las ideas.

No hay tiempo que perder. De otra forma, nos condenamos a girar incesantemente en torno a un círculo vicioso, círculo que lamentablemente se aplica a una buena parte de la historia nacional.