El hombre que rie
Así se titula la famosa novela de Víctor Hugo en la que el protagonista es un hombre que ha sido destinado a provocar la risa, colocando para siempre sus labios en sentido circular, propio de las carcajadas, lo que nunca se borrará del rostro, siguiendo una vieja costumbre francesa de siglos pasados de marcar ese rictus en ciertos seres para dedicarlos a la “profesión” de payasos, hasta que la muerte los recoja. Señala el gran escritor galo que inauguró la época romántica en su país con la obra Hernani, que “quienes están destinados a proporcionar alegría a los demás en circos, en teatros y hasta en la misma calle como actores ambulantes, son considerados como seres inferiores y, por ende, despreciados, aunque se aprovechen de ellos en la alegría”.
Me refiero a tan importante obra de la literatura universal por el hecho de que un payaso profesional haya sido escogido por el Partido Socialista para que forme parte de su lista de candidatos a la Legislatura en las próximas elecciones de febrero. Se trata del colombiano nacionalizado en nuestro país, luego de vivir y actuar por largos años en el Ecuador, quien se ha ganado la vida honradamente con su atuendo de payaso, acaso el más popular del medio, que asumió el nombre tan conocido de ‘Tiko Tiko’, por lo general contratado para animar las matinés infantiles, provocando con su actuar y con su decir, la risa siempre tan contagiosa de la menuda audiencia.
A propósito de esta candidatura se han escrito innumerables artículos periodísticos y hasta se han hecho comentarios, por lo general jocosos, en las radios y en la televisión. Y ello porque lo consideran un caso extraño. Y porque piensan los sesudos articulistas que basta con los payasos sin caretas que han pasado por la Legislatura que, sin “actuar actoralmente” sino respondiendo a su ridículo modo de ser, hacen reír a cualquier auditorio nacional desde sus curules.
Lo sorprendente del caso es que por haberse metido a la política, al pobre Tiko Tiko lo han despedido de todos sus programas en la TV. Como en la ópera italiana Pagliaci, de Leoncavallo, también el artista colombo-ecuatoriano tendrá que reír frente a sus electores, mientras llora por dentro como “desocupado”.
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