Los hijos de la revolucion

Son niños y jóvenes, ricos o pobres, eso no importa. Bastante hacen ya con sobrevivir en un mundo donde la tecnología les resta un diálogo mirándose a los ojos, una expresión natural de emociones sustituida por el manejo de “emotions” y con la vecindad de las drogas por todas partes. Han sido testigos de una constante polémica social: sobre el aborto o si los homosexuales son hijos de Dios y poco han tenido de preparación para vivir, cuidar y desarrollar su sexualidad como entrega-encuentro humano con plenitud y responsabilidad. Entonces, atrapados en estas celdas de prejuicios sociales los acosan, los manosean, los violan, los rompen.

Con el acoso viene el miedo y las inquietudes culposas y hormonales por un despertar sexual no consentido. Allí están, entre la moda de desnudar sus cuerpos, el sexo casual, la “enseñanza” social que te empuja a ganar rápidamente mucho dinero para ser exitosos. Sí, allí están, dándose contra las paredes preguntándose si quedarán marcados o no para siempre, preguntándose cuánto vale su cuerpo y cómo pegan el quebrado hilo luminoso que el sexo abraza al alma.

En cambio, las autoridades están preocupadísimas de presionar a los fiscales para que no hablen con la prensa, están empeñados en darle el baño de persecución política a las demandas contra responsables.

Es verdad que estamos obligados a respetar a nuestros semejantes, pero también estamos obligados a aplicar la sanción que el Derecho tipifica para violadores y a quienes no hicieron lo que tenían que hacer.

Asco, vergüenza, dolor, miseria, espíritus rotos, eso es lo que queda después de que las autoridades no hicieron nada, teniendo en sus narices a los violadores. Criminales prófugos y autoridades demandando a la prensa. ¿Nos sorprende? ¡No, qué va! Esto trata de esos hijos de la patria de la revolución liderada por Correa, que fueron concebidos dentro de un gobierno que defendió a violadores desde el principio hasta el final.