Su hijo no es su copia

Su hijo no es su copia

“Es igualito a su papá” es una frase que solemos escuchar en los labios de madres, abuelos(as) y hasta de los mismos padres, solo que en este último caso la oración se la construye con el pronombre ‘mí’ (“Es igualito a mí”).

“Es igualito a su papá” es una frase que solemos escuchar en los labios de madres, abuelos(as) y hasta de los mismos padres, solo que en este último caso la oración se la construye con el pronombre ‘mí’ (“Es igualito a mí”). Una cosa es que el niño haya nacido con cierto parecido físico y algunos gestos e incluso actitudes y preferencias del padre, y otra que él quiera hacer de su pequeño su ‘duplicado’. Cuando esto ocurre, se presenta un serio problema, del cual el más afectado, sin duda, será el niño.

Lastimosamente, esta situación no fue vista por la familia Castillo como una obsesión, sino como una muestra de amor. Papá y mamá hacían todo lo que estaba a su alcance con tal de que el parecido entre ambos sea cada vez mayor: le compraban la misma vestimenta pero versión junior, le hacían el mismo corte de cabello, querían que practicara los mismos deportes del padre, sin importar si era bueno o no, o lo que es peor: sin preguntarle si le gustaban. Desde antes de que terminara la primaria, trataban de meterle en su cabeza la profesión de su papá. En estos y otros errores cayeron, pero la oportuna intervención de la psicóloga del plantel donde estudia el pequeño hizo que los Castillo pudieran ver que, sin querer, estaban causando un problema al niño, que hoy con la experta trabajan en resolver.

Egoístas, orgullosos, autoritarios

Los padres que desean obsesivamente esta similitud, tienen algo de egoísmo, indica Verónica Morejón, consejera familiar. “Solo pienso en lo que quiero, no importa lo que le agrade a mi hijo. También influye el pasado: padres que nunca se identificaron con su progenitor y necesitan proyectar eso en sus hijos; pueden ser padres muy orgullosos, que creen que solo ellos pueden ser figuras de referencia; y si bien es cierto que en los primeros años eso es sano, es prudente permitirles ser independientes a determinada edad”, dice la experta.

Giuliana Sanguino, orientadora familiar, añade otra característica: ser dominantes con vacíos emocionales. “Suelen ver solo su realidad y frustraciones y las quieren remediar en los menores. Es muy fuerte, pero más común de lo que se puede imaginar. Es algo camuflado”.

Respete su identidad

Al igual que los Castillo, otros progenitores podrían cometer esta equivocación, pero no es común que un padre quiera perjudicar a su hijo intencionalmente, comenta la psicóloga infantil Ana Belén Darquea, quien asegura que todos los excesos son perjudiciales para la crianza de cualquier niño y que es necesario hallar el equilibrio entre los deseos del padre y la madre y los propios del niño.

“La identificación entre los hijos varones y los padres es importante como base del acercamiento a la masculinidad, al igual que la niña con la mamá hacia la feminidad. Querer parecerse a papá muchas veces viene de ambos lados: del niño y del progenitor; pero es inapropiado llevar esas similitudes a un nivel de exigencia y presión hacia el vástago, por encontrar este ‘mini me’ (mini yo). Se trata de identidad y de dejar al niño tener la propia y respetarla. Esta se construye desde temprana edad”, puntualiza Darquea.

Desde el vientre

Su colega Kelly Castello, psicóloga educativa, destaca que los padres crean una imagen propia de los hijos, la cual comienza a elaborarse en el embarazo, incluso antes de saber el sexo del bebé. Desean que se parezca a ellos, quieren ser su ejemplo y modelar su vida, siguiendo el patrón de ellos. Pero los niños suelen seguir su propio modelo y además desconfiguran el de los padres. “El rol de ellos consiste en descubrir sus dones innatos y tratar de guiarlos por el buen camino. Deben aceptar a sus hijos tal y como son. Así lograrán tener más impacto en sus vidas”.

Los efectos en los hijos

- El menor se centrará en satisfacer a sus padres, dejando de lado la construcción de su ‘yo’ (personalidad, intereses, etc.), provocando la constante búsqueda de aprobación de los demás (agradarlos, aunque no esté de acuerdo o se sienta incómodo).

- Según el niño, podría ocasionar rechazo a la identificación con los padres, en señal de protesta por la imposición.

- Inseguridad para expresar lo que siente, opinar y dar criterios propios ante otros.

- Cambios emocionales: se puede ver bondad y respeto, al igual que ira y despotismo.

- No reconocerá con facilidad sus fortalezas o debilidades, sus agrados y desagrados.

- Le será difícil asumir cambios y aceptar el de los demás. No estará muy dispuesto a modificar sus paradigmas.

Tips

- Sane sus heridas en usted mismo y, si no puede, busque ayuda profesional. Recuerde que los sueños de los padres no tienen que ser los mismos de los hijos.

- Vea y reconozca a su hijo no como una extensión de papá, sino como un ser humano independiente, que tiene sus propias reacciones y decisiones. Los hijos salen de los padres, pero no son la misma persona, téngalo claro y no confunda afecto con posesividad. Acompáñelos en su desarrollo, pero no los invada.

- Apóyelos en el manejo de sus emociones, por medio de una comunicación abierta entre padres e hijos, la cual permita un mayor conocimiento de sí mismo y de cómo resolver sus dificultades diarias, enseñarle cómo buscar posibles soluciones a los problemas, cómo evaluarlas, elegir la más apropiada y ponerla en práctica.

- Importante: Que los niños se sientan cómodos hablando de sí mismos. Se pueden compartir actividades en familia (películas, libros, lecturas de revistas o periódicos), en las que se le pregunte qué piensa acerca de lo que ha visto y qué sentimientos evocan en él.

- Encontrar una actividad extracurricular o un pasatiempo. Brindar a los hijos diferentes opciones para que vaya descubriendo poco a poco sus habilidades, talentos y gustos. Permítale escoger. Esto fomentará su seguridad, compromiso y conocimiento personal.

- Procure replicar lo bueno. No todo es beneficioso para su hijo.