
Los herreros, un legado de la colonia
Hasta hace un siglo, ese barrio fue habitado por herreros y sus familias, hoy quedan sus descendientes; muy pocos de ellos aún se dedican al oficio en mención.
Lucila Morocho, de 50 años, y Luis Maldonado, de 88 años, disfrutan haciendo arte, es el más antiguo de Cuenca y data desde el nacimiento mismo de la ciudad, allá en 1557.
Es la forja en hierro, es decir, dar forma al hierro mediante el calor y golpes con combos para hacer aldabas, candados, cruces, armellas, bisagras, herraduras y demás elementos que hoy son adornos en las viviendas y museos.
“Con la muerte dejaré esta tradición de mis antepasados”, expresó Morocho,
Morocho y Maldonado heredaron el arte de sus tatarabuelos, son dos herreros de unos ocho que aún mantienen viva la tradición de la forja del hierro, en el mítico barrio de las Herrerías, al sureste de Cuenca.
Lleva el nombre de barrio de las Herrerías, según el investigador Adolfo Parra, porque fue ahí donde se asentó el grupo de herreros en la naciente Cuenca para aprovechar el ingreso a la ciudad y cambiar los herrajes de los caballos de los viajeros que pasaban por la urbe.
Es por donde pasó el Camino del Inca que conectaba al Tomebamba con el Cuzco, y en la época colonial constituyó la puerta de ingreso a Cuenca, anota Parra en su obra “Rostros de los Barrios de Cuenca”.
Hasta hace un siglo, ese barrio fue habitado por herreros y sus familias, hoy quedan sus descendientes; muy pocos de ellos aún se dedican al oficio en mención.
“Disfruto dando forma al hierro incandescente, soy feliz con este oficio, solo con la muerte dejaré de hacerlo”, complementó Morocho, unas de las pocas mujeres herreras en la ciudad.
De contextura gruesa, manos endurecidas, uñas pinta das para no perder la feminidad, piel canela, ojos negros, dialoga mientras elabora una herramienta para la agricultura. (F) JM