Hecatombe del petroleo

Todos los días hay noticias más alarmantes acerca de la evolución del mercado del crudo. A inicios de la semana anterior el crudo Oriente ecuatoriano se cotizó a $20 el barril y el Napo a $18, cuando los marcadores Brent/WTI (hoy básicamente unificados) estaban en $30 (luego descendió hacia los $26).

Irán anunció que ellos estaban dispuestos a ingresar de inmediato con 300.000 barriles adicionales pues, terminado el embargo, no tienen por qué seguir sacrificando su participación en el mercado, cuando otros productores se benefician.

Existe, a nivel global, un inventario de mil millones de barriles y la capacidad de almacenamiento está llegando a sus límites.

En los mercados financieros las bolsas de valores fueron severamente golpeadas, y el precio del petróleo dominó las discusiones en la reunión anual de gobernantes y empresarios en Davos, Suiza.

Los precios de las arenas bituminosas de Athabasca, Canadá, han llegado a los $8 bpe (barril de petróleo equivalente). Se dio el caso insólito de un productor de petróleo en Dakota del Norte, Estados Unidos, que debió pagar $1,50 para conseguir que una refinería le compre su petróleo (de características similares al crudo Napo), por lo que el precio fue, efectivamente, negativo.

Las empresas petroleras están en soletas; Petrobras al borde de la quiebra, en un país severamente comprometido.

La Agencia Internacional de Energía informó que la eventual recuperación del mercado es una tarea ardua e incierta. A precios reales de 1980, los precios del crudo se encuentran en niveles comparables a los de 1986, y ligeramente superiores a los de 1998. Hoy, sin embargo, el mundo se aleja de los hidrocarburos como determinantes de la matriz energética global, y las tecnologías renovables (solar y eólica) continúan reputando, no obstante los precios bajos del crudo.

Para el Ecuador, las cifras citadas no cubren los costos de extracción, transporte, almacenamiento y comercialización, incluyendo los pagos por servicios. El Gobierno, entretanto, para justificar su desaprensión, pugna por convencernos de que todo está en orden.

Aun si el mercado da eventualmente un giro, la realidad es que hoy enfrentamos una hecatombe que debe marcar el fin del “petrolerismo”, característica de la economía ecuatoriana durante las últimas cuatro décadas.