Eduardo Menoscal, guayaquileño, en su segunda clase, logró ya pararse. Eso es algo que  Víctor lo garantiza.

El habil surfista que ensena a ‘cabalgar’ sobre el mar

En la provincia de Santa Elena todos lo conocen. Víctor Bazán es miembro de la comunidad del surf. Es hábil, intrépido, descomplicado. ‘Cabalga’ sobre olas, sueña con el mar. Tiene 47 años y entiende el agua mejor que nadie, tiene una larga trayectoria profesional...

Sus prácticas las inició a los siete años, sobre trozos de madera o pequeños fragmentos de balsa en los que colocaba sus pies y se curtía entre el oleaje y el sol.

Víctor desde siempre amó al océano, quizás porque creció viendo a su familia sumergirse en él. Por eso cuando montó su primera ola, supo cuál sería su vocación. ¿Surfista? ¿Salvavidas? ¿Guía turístico o instructor?. Todas las anteriores, responde, “quería sentir la adrenalina, vivir en y para el mar...”.

Hoy, luego de casi cuatro décadas de carrera, este experto nadador que se dedica también al velerismo y al buceo, difunde su apostolado sobre las tablas, desde su escuela Surf Paradise.

Allí enseña el deporte a grandes y pequeños, “los primeros, un tanto más difíciles de adoctrinar”. Los prepara para engarcharse a una buena ola. Los impulsa a deslizarse, a encontrar su destino, a hacer un tubo..., a reaccionar ante un revolcón.

Punta Carnero, la Base Naval, Chipipe, Chuyuipe y Las Conchas son algunas de las playas peninsulares en las que a diario o semanalmente Víctor alecciona a sus ‘pupilos’. Ellos tienen entre 5 y 65 años, algunos son de la zona, otros del exterior.

Parte del ritual de su entrenamiento, además del calentamiento, incluye la meditación. A base de palabras y ejercicios de respiración. “No tengan miedo”, les dice, previo al primer chapuzón. “El surf es una vía de escape que nos transmite libertad, que nos pone en contacto con la tierra, la naturaleza, los amigos, Dios, el color...”.

También es el medio más rápido para alcanzar la superación personal, nos dice. El surf tiene propiedades espirituales y terapéuticas que nos ayudan a sanar.

A los chicos que padecen autismo, síndrome de Down u otras afecciones neurológicas, por ejemplo, el ejercicio (y en sí la velocidad, las sensaciones o el sonido del agua) los incita a descubrir el placer de enfrentarse a los retos de la vida. “Favorece a su desarrollo físico, mental y social. El surf les da equilibrio, autonomía, coordinación”.

Es por eso que desde el año pasado entrena también a chicos con capacidades especiales. La idea es parte de una iniciativa que surgió de un grupo de médicos del Ecuador. “Ellos conocían ya de los beneficios del deporte, fueron testigos de cómo este redujo su grado de ansiedad. Por eso hoy trabajamos en conjunto, la idea es que el propósito se convierta en un proyecto estable”. De fácil acceso a todo estrato social.

Actualmente Víctor, profesional que ha representado al Ecuador en torneos de surf nacionales y mundiales, da clases gratuitas a chicos de escasos recursos. “La vida me ha dado mucho, me ha sacado de grandes baches”, explica, “lo mínimo que puedo hacer es enseñar con pasión lo que sé: a los apasionados y a quienes más lo necesitan. A los seres vulnerables que quieren aprender a ‘leer’ y conectarse con el mar”.