Guerras comerciales: de perdedores

En el desenvolvimiento del comercio internacional se enfrentan quienes entienden y practican las virtudes del libre comercio, y quienes, en supuesta defensa de los empleos locales, invocan el uso de medidas restrictivas, arancelarias o paraarancelarias para bloquear el intercambio. Los mercantilistas de los siglos XVIII y XIX sostenían que el comercio internacional es un “juego de suma cero” (lo que uno gana el otro pierde). Dejaron de lado, como lo continúan haciendo, el hecho de que el libre intercambio se produce, precisamente, porque todas las partes ganan.

Los argumentos racionales de la ventaja comparativa y competitiva, del incremento del bienestar de los consumidores y la mayor equidad en la distribución del ingreso, y de la creación de intereses comunes y concordantes en un mundo interconectado, se enfrentan a los juegos políticos cuyo mayor exponente es, paradójicamente, el país otrora campeón del libre comercio: los Estados Unidos de América. El presidente Trump ha hecho ondear la bandera de “América Primero” y se ha embarcado en una guerra comercial que no solo tiene a China como su blanco predilecto, sino que logró el desmantelamiento del pacto comercial de Norteamérica (Nafta) con Canadá y México y al arremeter contra los otrora aliados europeos, pronunció que los vehículos alemanes, que se fabrican en Estados Unidos, ¡son un riesgo para la seguridad americana!

Aceptando el argumento de que la libertad de comercio debe ser simétrica, las guerras comerciales son para perdedores. Entre estos están muchos de los partidarios del presidente americano que resultaron ser los grupos más frágiles (por la pérdida de empleos e ingresos) al romperse las cadenas de producción instituidas y subir los precios de los productos de consumo. Luego serán Europa y Gran Bretaña, desde el momento en que se produzca la ruptura de la Unión. China, cuyas exportaciones han caído en 21 % en un año, ya lo siente. Es finalmente, la suerte que corre la economía ecuatoriana que debe moverse en escenarios recesivos de la economía mundial en circunstancias que nuestra propia política de comercio y promoción exterior, en desventaja por un deficiente ‘marketing’ de sus productos y atributos, continúa siendo refractaria al libre emprendimiento, a la apertura de los mercados, y a la eficiencia tributaria.