Una guerra China-EE. UU. no ocurrira

Se suele decir que Estados Unidos y China -superpotencias enfrentadas en lo económico, geopolítico e ideológico- se encaminan a una nueva guerra fría. Pero aquello no es inevitable. Los líderes chinos, temerosos de cualquier debilitamiento de la legitimidad del Partido Comunista, están decididos a evitar que EE. UU. obligue a China a realizar cambios en su sistema político y económico. Por suerte para Xi, Trump no tiene interés alguno en “democratizar” otros países ni parece haber sido seducido por inversionistas, financistas y titanes tecnológicos estadounidenses que desean que su gobierno presione a China para lograr mayor acceso a su economía. Trump necesita desesperadamente repatriar las cadenas de suministro globales y bloquear o limitar las importaciones. “Hacer a Estados Unidos grande otra vez” significa volver a fabricar en EE. UU. El enfrentamiento entre EE.UU. y China, aunque no evolucione hacia una nueva guerra fría, podría debilitar a ambos países y dar paso a un mundo más multipolar. China cuenta con opciones limitadas para tomar represalias. Podría vender parte de su billón en reservas de dólares estadounidenses, pero eso debilitaría el valor de los bonos del Tesoro de EE.UU. que sigan en su poder. Dentro de EE. UU., la decisión de Trump de aplicar amplias tarifas aduaneras a las importaciones ha sido descrita como “la ley de comercio más autodestructiva...”. Y la renegociación por parte del gobierno del Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio -con una cláusula para evitar que Canadá o México negocien con China- ha causado un desdén similar. Son políticas que amenazan con destruir empleos en EE.UU. y distanciar a sus aliados, varios de los cuales ya se están alejando. El país es hoy una minoría de uno en el G7, el G20 y la Convención Marco de las NN. UU. sobre Cambio Climático. Luego de que Trump ordenara el retiro de EE.UU. de la Asociación Transpacífico, las partes restantes siguieron avanzando. La administración Trump ha convencido a otros países de reducir su dependencia en el liderazgo estadounidense. La elusión generalizada a EE. UU. acelerará el surgimiento de un nuevo orden multipolar. Por ahora, los países que dependen del petróleo iraní no tienen más opción que seguir lo que les impone EE. UU., pero ello podría cambiar en el futuro. El ministro alemán de exteriores hizo un llamado a Europa a crear canales de pagos independientes de los de EE. UU., y el jefe de política exterior de la UE anunció planes de formar un “vehículo para propósitos especiales”. Rusia está desarrollando su propio sistema de transferencias financieras como protección ante una expulsión del sistema SWIFT en caso de sanciones más estrictas de EE. UU., y China está impulsando un proyecto similar desde 2015. Ninguno de estos sistemas puede competir todavía con el sistema SWIFT en dólares estadounidenses, pero si se consolida un nuevo sistema, podría despojar rápidamente a EE. UU. del poder que hoy tiene. Más que una guerra fría, el mundo se encaminaría hacia un sistema internacional regido por cuatro potencias: EE. UU., China, Rusia y Alemania, dominando sus respectivas regiones y buscando sacar ventaja en las negociaciones internacionales, solo que ahora contamos con instituciones internacionales más sólidas que antes para ayudar a mantener la paz.

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