Guayarte próximo a la avenida Kennedy, con locales pequeños y poco espacio para el esparcimiento, donde los platillos no cuestan más de cinco dólares y las mesas suelen ser escasas los fines de semana.

Guayarte, con dos orillas que se alejan

Los locales del lado de la Universidad de Guayaquil son menos mimados que los de la Católica. Hay críticas a la desconexión.

El lugar tiene un nombre, pero dos realidades. El Guayarte de la Carlos Julio Arosemena es la zona de locales amplios, meseros sonrientes y menús diversos; es la estación del microteatro, el área de los shows interesantes y la plazoleta fotografiable. Es, en definitiva, el lado de “los de la Católica”.

En el tramo de la Kennedy, después de pasar el puente zigzag, está el área de la Universidad de Guayaquil. Otra historia. Otro mundo. Asoman locales agrupados en contenedores pequeños, símiles únicamente a los patios de comida de los centros comerciales populares. Allí compra algo que no pasa de $ 5 y se va a sentar por allí, por cualquier parte, porque las mesas de ese lado no son suficientes nunca. Sobre todo los fines de semana.

Es como si al momento de la repartición, a los de la Católica les tocó pechuga y a los de la Universidad de Guayaquil, ala del pollo. Es como si hubieran dicho: de este lado los que tienen, y de este otro, los que no tienen mucho. Es, en definitiva y otra vez, la esencia misma de esas dos Guayaquil que tanto se dibujan en las retinas.

Las características diferenciadoras entre ambos tramos son evidentes, ratifica el urbanista Óscar Valero. “El lado del patio de comidas y el de los restaurantes, una diferencia bastante marcada que maneja criterios de segregación”, opina.

A su juicio, la aplicación de un solo tipo de zona en cada sector desaprovecha un gran abanico de opciones en las actividades del proyecto, criticado ya por no contar con más apuestas artísticas que avalen su nombre que un microteatro, una galería y los murales gigantes rodeados de luces led, también ubicados del lado de la Católica.

Si alguien puede hablar de esta “segregación” es Douglas Oleas. Tuvo un local del lado de la Kennedy que cerró recientemente, según él, por falta de incentivos de la administración, con una deuda de casi seis mil dólares de arriendo. “Solo es necesario revisar la agenda. Casi todos los eventos buenos están del lado de la Carlos Julio, mientras que en el tramo de la Kennedy, y solo a veces, traen al ‘payasito Tallarín’”, ironiza.

Es cierto. La plazoleta de Guayarte, ubicada cerca de la Católica, ha visto shows de Héctor Napolitano, Ricardo Pita, Jorge Luis del Hierro, entre otros artistas de renombre. De diez eventos de este año que tuvieron lugar allí, y que fueron promocionados por el Cabildo, nueve se llevaron a cabo en ese escenario.

Gilda San Andrés es catedrática de Crítica arquitectónica en la Universidad Católica y magíster en esa rama. Recientemente analizó con estudiantes de cuarto semestre el proyecto que el exalcalde Jaime Nebot consideró “un gran monumento al arte urbano, a la gastronomía, al teatro, a la música y al esparcimiento sano de los guayaquileños”.

La experta observa que para analizar estas diferencias abismales entre las dos áreas es necesario tener conciencia de las dimensiones. “El espacio del lado de la Kennedy no era suficiente como en la Católica”.

También es cierto. Aun así, Douglas Oleas recuerda que en más de una ocasión quiso organizar eventos de hip hop afuera de su local y recibió la negativa de la administración. “Luego improvisaron un pequeño escenario, pero rara vez se usa”, analiza. EXPRESO consultó con Carlos Limongi, exvocero de Guayarte, pero prefirió no dar declaraciones.

La magíster en desarrollo urbanístico sostenible Lisseth Mena considera que el tener tan remarcadas diferencias hace que el proyecto en vez de promover la integración resulta inequitativo, lo que constituye una contradicción al proyecto inicial. Por ejemplo, recuerda, la idea del puente zigzag fue integrar estas dos comunidades universitarias.

Inaugurado en noviembre pasado, Guayarte se inició con 52 locales: 49 negocios y 3 zonas administrativas. Desde su apertura fue foco de críticas por la falta de parqueos. Apenas 112 espacios, insuficientes para las visitas de cientos de automotores que colapsan casi un año después las vías laterales, pese a que la Autoridad de Tránsito Municipal prometiera a días de su inauguración que “la incomodidad únicamente iba a durar un mes”.

A tan solo días de abrir las puertas, el invierno pasado fue otro factor que cobró su factura a la falta de planificación. Hubo goteras, áreas anegadas e incluso un par de apagones que recordaron cuán mala idea es construir un baño dentro de un contenedor.

El catedrático de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Estatal de Guayaquil, Ricardo Sandoya, sin embargo, reconoce que Guayarte ha logrado ser un foco de entretenimiento para los estudiantes; pero explica que una de las falencias garrafales del proyecto es no abrirse a la ciudad (y eso incluye a las dos universidades que lo rodean).

“Guayarte le dio la espalda a su alrededor. Hay dos grandes muros de contenedores que bloquean los ingresos, cuando lo que en realidad debió suceder fue crear un circuito cultural desde la Víctor Emilio Estrada, hasta la Kennedy, y solucionar el tema de los parqueos coordinando con la misma Universidad Católica, de Guayaquil y locales aledaños”, precisa.

Guayarte está planificado bajo parámetros políticos, pero no responde a un lineamiento ciudadano, social, de planificación de ciudad. En el futuro, tendrá un problema más grande que el Malecón 2000, ahora taponado con locales, un centro comercial, una rueda, un cine, juegos infantiles, prevé.

Al momento, reflexiona, las dos orillas del estero se encuentran algo descompensadas. Se refiere a que tanto del lado de la Universidad de Guayaquil como de la Católica hay zonas en las que existe la posibilidad de dinamizar la afluencia y mejorar la conectividad. “El reto está ahora en compensar estas orillas con actividades y fomentar el mayor tránsito y uso de ese puente conector para que se pueda asegurar la subsistencia de los negocios y sobre todo la apropiación de los ciudadanos de este espacio”, concluye.

La cifra

5.000 visitas al mes era la proyección que esperaba la administración. Esa cifra se superó.

El detalle

Generador. Alrededor de 200 empleos generaron los nuevos espacios culinarios y de arte inaugurados en Guayarte a fines de noviembre de 2018.

Otros aspectos

La ciudad que privatiza sus espacios públicos

Cuando un estudiante de la Universidad Católica quiere entrar por Guayarte, a las 07:00, no puede. Debe darse la vuelta por la peatonal y, allí sí, trepar hacia el paso peatonal de la Carlos Julio Arosemena.

Este es un nuevo caso de privatización del espacio público, observa la catedrática Gilda San Andrés.

Para explicarlo mejor, el experto en planificación urbana y catedrático de la Universidad de Guayaquil Felipe Espinoza recuerda que espacio público es aquel de dominio y uso público, donde cualquier persona tiene derecho a estar y circular libremente y el paso no puede ser restringido por criterios de propiedad privada.

Bajo estos parámetros, Guayarte adolece del mismo mal que el Malecón 2000, del Salado, parques Centenario, de las Iguanas y otros. No son tan públicos como parecen.

“El estándar propuesto por Guayarte difiere del amplio concepto de espacio público establecido por las escuelas de urbanismo. Ciertos espacios pueden elevarse a la categoría pública, como las plazoletas, mientras que los otros usos son restringidos y manejados bajo el concepto de lo privado (instalaciones de sitio de diversión y parqueaderos)”, explica el magíster.

Con él coincide la planificadora y experta en desarrollo sostenible Lisseth Mena. “No lo consideró un espacio público porque las actividades son limitadas. Es sí un sitio de convergencia por la concentración de locales en un área pequeña, lo que termina siendo otra plaza comercial más en Guayaquil”.

Al respecto, San Andrés explica que al parecer hubo una intencionalidad de separar la relación con el entorno y estos bloqueos en el diseño dieron paso a la privatización.

De allí que, por ejemplo, quien visite Guayarte no pueda subir al segundo piso antes del mediodía, porque será impedido por un guardia que notifica esa regla en la plazoleta.

Mensajes a la alcaldesa

Óscar Valero, urbanista

“Alcaldesa, la creación de proyectos para espacios públicos no solo trata de masividad, sino de si responde a la necesidad planteada desde su concepción. El espacio puede ser concurrido, pero si no sirve al público destinado el problema se sostiene. ¿Cree que Guayarte cumple su propósito?”.

Lisseth Mena, magíster en planificación

“A la alcaldesa Cynthia Viteri le diría que los guayaquileños no necesitamos más plazas comerciales. Necesitamos espacios públicos reales. Necesitamos más árboles, ciclovías, parques... Espacios, en definitiva, caminables, dirigidos netamente a la contemplación y el disfrute”.

Gilda San Andrés, catedrática e investigadora

“Bienvenida, alcaldesa. Venga a hablar con nuestros estudiantes. Tienen muchas inquietudes de cómo se planifica la ciudad. Hace falta una relación entre las instituciones públicas y la academia. El mundo real solo piensa en el dinero. Debe haber un equilibrio entre sostenibilidad y rentabilidad”.

Ricardo Sandoya, urbanista y catedrático

“Alcaldesa, convoque a oficinas, estudios, colectivos o profesionales afines a concursos públicos de proyectos urbanos y arquitectónicos. Los proyectos de hoy son desarrollados por un grupo cerrado de arquitectos (no necesariamente planificadores urbanos) afines a algunos actores políticos del Municipio”.

Luis Alfonso Saltos, experto en planificación

“Alcaldesa, hay que diversificar los espacios públicos. No solo áreas comerciales concesionadas. La rentabilidad en la inversión municipal puede obtenerse con otro tipo de actividad. Hacen falta intervenciones urbanas que mejoren la economía barrial. A los guayaquileños les hace mucha falta”.