Guayaquil mas verde y fresco

Según la OMS la temperatura ambiente óptima para el ser humano oscila entre 18 y 24 grados centígrados. Si asciende a 35, junto a un alto nivel de humedad, el riesgo para la población es elevado. Es el caso de Guayaquil. Durante la estación lluviosa experimenta temperaturas de 31 y 32 °C -pudiendo llegar hasta los 34 °C-, que se ven agravadas por la humedad, la cual suele alcanzar niveles “opresivos”, al punto que la sensación térmica en ocasiones ha sido de 36 grados, con consecuencias para sus habitantes como sensación de agotamiento y deshidratación.

Las ciudades concentran grandes estructuras de hormigón y cemento, dando lugar a la formación de islas de calor. No obstante, de acuerdo con estudios realizados en Norteamérica y Europa, la temperatura en los centros urbanos puede moderarse con la presencia de arbolado, pues la vegetación genera alivio térmico a través de su propia transpiración, por el riego de los suelos sembrados, y por las superficies protegidas de la radiación solar gracias a la sombra de los árboles. Pero Guayaquil, a pesar de soportar calor intenso durante la mayor parte del año, no ha vuelto prioritaria la siembra de árboles frondosos en sus calles, avenidas ni parques, y tampoco avanza hacia una mayor incorporación de amplios espacios verdes y arboledas en sus planes de expansión.

Expertos en urbanismo entrevistados por este Diario explican que nuestra ciudad no cumple con el mínimo de 9m2 de áreas verdes por persona requerido por la OMS, ni con las especies necesarias para brindar refugio a los peatones, protegiéndolos del sol. Este déficit debe corregirse gradualmente y las vías para lograrlo van desde la implementación de nuevas ordenanzas hasta la motivación de la comunidad por medio de incentivos para quienes arboricen patios y/o instalen jardines verticales, y terrazas y fachadas verdes. El Municipio deberá poner en marcha las iniciativas que está desarrollando -como Huella Verde- e incorporar espacios públicos provistos de vastas áreas de vegetación en la planificación urbana del Guayaquil de las próximas décadas. Los árboles que se siembren deberán ser especies nativas -las más aptas para nuestro clima y suelo- que mantengan su follaje todo el año y que no dañen con sus raíces la infraestructura civil. Ciertos árboles frutales darían doble beneficio a la ciudadanía.