Donde va Guayaquil
L uego de 483 años de fundación española, de 6.000 años de Guayaquil precolombino y después del primer encuentro con los ‘indígenas mercaderes’ (1524 o 1526), esta es la pregunta básica de su historia. Es urgente, tras dos décadas de recuperación, nueva modernidad y reposicionamiento de la ciudad-puerto, como efecto socioeconómico, geopolítico y cultural producido por la regeneración.
Debiera ser pregunta planteada a historiadores, sociólogos, urbanistas y otros profesionales. Sin embargo, por la situación de haber se efectuado el proceso socioeconómico, político y cultural de la glocalización, se hace general. Es un cuestionamiento cívico y debe responderlo el conjunto de la ciudadanía guayaquileña, puesto que las dos décadas de desarrollo, progreso y proceso de afirmarse como una urbe glocal (globalizada desde lo local), su destino histórico está en juego.
Se reconoce la obra y el efecto regenerativo con grandes logros, ¡hasta un ciego puede verlos! Pero son pocos los que saben que es el resultado de un proyecto programático, un liderazgo, una política (no solo urbanista y arquitectónica) que comprende lo económico, social, cultural, tecnológico, educativo, etc. La respuesta compromete su historia social. Se resume y sintetiza en el destino y orientación que se le debe dar al gobierno local. Lo es porque desde ahí, y con un liderazgo valioso y reconocido Guayaquil, no solo renació (luego del desastre populista) sino que es ejemplo de progreso local y de administración eficiente.
Cuando Nebot, uno de los dos que han liderado la dirección de desarrollo y progreso, comunica su retiro, oportunistas, figuretes y exsocios y aliados del correato se lanzan al ruedo político y buscan la sucesión. Ellos, ilusamente, creen que pueden hacerse cargo, del sillón de Olmedo y del modelo de glocalización que sustenta y da viabilidad a la regeneración. Por eso la pregunta y respuesta compete a todos los ciudadanos. No es posible blindar un proyecto-programa exitoso. Es necesario comprenderlo y valorarlo, y no hacer el juego a los improvisados y arrepentidos socios del correato. Hay que entender, sin propaganda ni promesas. Solo así podremos seguir por la ruta del buen desarrollo local que ha experimentado Guayaquil.