Premium

Aquiles- alcalde- Guayaquil
Alcalde. Aquiles Álvarez no se plantea ni remotamente el problema de la naturaleza del poder que ejerce y cuál es el lugar que le corresponde.EXPRESO

El grandulón del curso se hizo alcalde

Esta semana, Aquiles Álvarez volvió a insultar a una ciudadana, su mandante. Actúa como si su cuenta de Twitter fuera igual a la de cualquier persona

Un funcionario ofuscado, sin sentido de lo público ni conciencia del lugar que le corresponde, sin expresión ni comprensión, sin pensamiento ni gracia, le dice a un ciudadano crítico (no importa si atinado o no): “sufridor”. Una chacota de trolls vociferantes se levanta para celebrar la ocurrencia. En el ágora de las redes sociales, el poderoso exhibe al débil y la multitud le hace cargamontón: el episodio es un clásico de la política ecuatoriana de los últimos 15 años y en la actualidad tiene en el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, a uno de sus más insignes continuadores y perpetradores. Ni los resultados del Latinobarómetro (que por cierto se hicieron públicos esta semana y son desalentadores para la región en general y para el país en particular) retratan con tanta exactitud y elocuencia el deplorable estado de nuestra democracia.

SESION SOLEMNE 488 FU (10928316)

Guayaquil, rumbo ambiguo y la sesión con ‘baño’ de rendiciones

Leer más

“Sufridor”: el que no se conforma. El que cree que las cosas pueden cambiar para mejor, el que analiza la situación y tiene sus propias ideas de lo que está mal y se queja. El que reclama. En países donde los políticos aún tienen un mínimo de vergüenza, son personas así, a menudo impertinentes, las que hacen avanzar las democracias. Aquí, son objeto de la burla de las propias autoridades. Por supuesto, no es una casualidad que sea precisamente aquel partido político que identifica a su propia militancia, a la más fiel, con un rebaño de borregos y a mucha honra, el que haya hecho de este término una ofensa con la cual desacreditar el ejercicio de la ciudadanía. Solo conciben la “participación ciudadana” dentro de los márgenes de una entidad burocrática que controlan. Lo demás es sufrir por gusto.

(Le invitamos a leer: Dos meses de Álvarez: Guayarte ya cerró y hay casos sin resolver)

“No sufra”, le escribió por Twitter el alcalde Álvarez a una ciudadana el pasado martes 25 de julio: “Guayaquil saldrá adelante, téngalo por seguro, aunque usted y algunos odiadores no quieran”. En suma: la receta completa. Tamyta MC había expresado su indignación por la falta de acciones del Municipio de Guayaquil ante el estallido de violencia de principios de esta semana: “¿Tenemos alcalde?”, se preguntaba: “No ha dicho ni hecho nada. Cuando estaba la colorada se le iban encima los correístas, pero como este es su alcalde, calladitos andan los sinvergüenzas”. Todo lo cual, excluyendo la frase del principio, que es una pregunta retórica, resulta completamente cierto: es verdad que hasta las 16:07 del martes (hora de publicación del tuit), el alcalde de Guayaquil no había hecho ninguna declaración ni dado a conocer acción alguna con respecto al estallido de violencia; es verdad que a la exalcaldesa Cynthia Viteri solían arrastrarle los correístas por razones parecidas y es verdad que, en este caso, no dijeron esta boca es mía. ¿Qué hace Aquiles Álvarez ante la verdad? Comportarse como el grandulón del curso. El tuit completo es mucho más violento que simplemente llamarle “odiadora” o “sufridora” a una persona.

“Por gente como Ud. es que estamos en la M en este país -empezó diciendo el alcalde de Guayaquil a la ciudadana Tamyta-. Dejen el odio y busquen la unión. Por eso es que generalmente los que gobiernan son los peores, porque a los que tienen buenas intenciones gente como Ud. los saca corriendo”. El mensaje fue retuiteado 559 veces y recibió el apoyo de 3.236 personas para quienes la culpa de que Ecuador esté tomado por los carteles del narcotráfico y sea víctima de los malos gobernantes es, evidentemente, de Tamyta. ¿De quién si no? Tamyta la que “no deja trabajar”. Tamyta la “odiadora”. Tamyta “el asno”. Tamyta la “cojuda”… Porque todo eso le dijeron los seguidores del alcalde, entre trolls y gente con nombre y apellido.

Ciudadela Geranios

Guayaquil: En Geranios 1 las rejas frenan robos a casas, pero no en las calles

Leer más

No es la primera vez que ocurre algo parecido. De hecho, ya es costumbre. Tanto así, que ni bien Tamyta puso su mensaje, no faltó quien le contestara: “Ya mismo se viene un carajazo de Aquiles”. Es lo que se espera de él, y parece gustar a muchos. Esos son los términos sobre los que el alcalde de Guayaquil ha construido, a través del Twitter y desde el primer día en el ejercicio de sus funciones, la relación con sus mandantes, con los ciudadanos de a pie que pagan los impuestos con los que se financia su buen sueldo. A la patada con el que discrepe. Con insultos para el que se queje. No le importa, abusador nato, si su antagonista tiene 2.300 seguidores (como Tamyta) y él 145 mil y todo el poder que le confiere la Alcaldía: para él, reaccionar con las vísceras y no con las neuronas es su prerrogativa de ser humano, de persona común y corriente con sentimientos como cualquier otro.

(También, le puede interesar: Aquiles Álvarez: “No se puede vivir así”, su reclamo a la ciudadanía)

El hecho de que Aquiles Álvarez, con sus 145 mil seguidores y toda la fuerza que le confiere la Alcaldía, no alcance siquiera a plantearse remotamente el problema de la naturaleza del poder; el hecho de que no consiga percibir que él no es una persona común y corriente y que la expresión pública de sus sentimientos no tiene, mal que le pese, los mismos efectos que tendría en el caso de otro cualquiera, es un claro indicador sobre lo perdido que está con respecto a los cánones de la democracia. Aquiles Álvarez no entiende que el ejercicio del poder en una democracia tiene sus servidumbres y una de ellas consiste en su obligación de hipotecar su propia personalidad en nombre de la representación que ostenta. Él se lo buscó, nadie le obligó a lanzarse para alcalde. Ahora que tenga la valentía y el coraje para apechugar y hacerse cargo.

Que Aquiles Álvarez no entiende nada de lo que significa ejercer el poder en una democracia es algo que ha demostrado también con sus desfasadas y groseramente impertinentes intervenciones en los debates de la administración del equipo de fútbol de sus amores, del que fue dirigente un tiempo: el Barcelona. Ahora resulta que el alcalde de Guayaquil hace campaña en contra de que Rafael Verduga sea elegido como presidente del club y lanza propaganda para consumo de los socios: “Si quieres pelear el descenso, vota por Verduga”, escribe. “Que los socios se animen, gente nueva, en caso de que Beto no quiera seguir, Barcelona no puede ser de la rosca de Verduga”, insiste. Se traba en interminables disputas con otros dirigentes a los que acusa de haber recibido dinero por poner un tuit, de tener las cosas arregladas para asumir un cargo, de pertenecer a una argolla (y admite que él hace parte de otra). Y si alguien le pide que no se meta en ese tema y se concentre en Guayaquil, él se justifica: “Es mi Twitter personal, hay tiempo para todo”. Como si la opinión que pueda tener el alcalde de la ciudad sobre las políticas internas del equipo, tuviera el mismo peso que la opinión de cualquier hincha. No, no lo tiene, y lo que está haciendo Aquiles Álvarez se llama abuso de poder y es propio de autócratas y tiranuelos tercermundistas.

verduga-rafael-barcelona

Barcelona: Rafael Verduga desmiente mala relación con Alfaro Moreno

Leer más

Pregunta Latinobarómetro: ¿Está usted de acuerdo con la afirmación “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”? Solo el 37 por ciento de los ecuatorianos contesta que sí. Entre el 63 por ciento restante es fácil imaginar a quienes aplauden a Aquiles Álvarez cuando culpa a Tamyta de todos los males de la patria, y lo justifican cuando ejerce influencia indebida en los asuntos internos de su equipo de fútbol. En algo mejorarían los indicadores de la democracia ecuatoriana si el alcalde de Guayaquil se quedara sin Twitter.

Bloqueo o democracia

Si el alcalde de Guayaquil maltrata a sus mandantes vía Twitter, el de Quito, Pabel Muñoz (también correísta, qué coincidencia) hace algo quizá peor: los bloquea. Lo viene haciendo desde que era asambleísta. 

Él dirá que con su cuenta personal hace lo que le da la gana: lo cierto es que la usa para compartir información de interés público sobre la Alcaldía. Información de la que no puede, en su calidad de alcalde de la ciudad, privar a ningún ciudadano en función de sus afectos.

Servidumbres del servicio público: toca soportar a gente que, en la vida privada, sería insoportable.