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Gloria al bravo pueblo

Este domingo que acaba de pasar tenía pensado concurrir a la sesión conmemorativa de la Universidad Agraria del Ecuador, que cumplía sus bodas de plata institucionales. Medido en tiempo universitario 25 años no son un largo transcurrir, sin embargo, la importante labor cumplida la sitúa como de los centros de educación superior que más aporta al desarrollo del país. Por ello quería acompañarlos en su festejo. Por esta vía me excuso de no haber podido hacerlo y creo que el motivo me justifica ampliamente.

Ocurre que los amigos venezolanos residentes en Guayaquil me solicitaron que actúe como veedor en su consulta simbólica pero trascendente, llevada a cabo en ámbito mundial.

Hacerlo me proporcionó una gran satisfacción cívica, pues recibí una hermosa lección de comportamiento patriótico, suceso ya no tan frecuente en los días que corren. Ver llegar a venezolanos de todas las edades y de todas las condiciones socioeconómicas, hacer una larga cola y luego sufragar, se constituyó en un espectáculo lleno de colorido y entusiasmo. Vestidos de distintas maneras, ya con la vino tinto de la selección nacional de fútbol, ya con las diversas camisetas de sus equipos favoritos de béisbol, fueron llenando el recinto donde habían sido convocados por un valioso grupo de dirigentes provenientes de los viejos cuadros políticos o producto de los aportes de las nuevas generaciones, independientes la mayoría de ellos.

No faltó quien llegue de riguroso traje negro, pese al calor guayaquileño, evidenciando su condición de mesero (mesonero dicen ellos) que apenas había logrado escaparse de su trabajo para ejercer su deber cívico, aunque el votar no le significaba otra cosa (no es poco) que cumplir con su conciencia.

Igual hicieron mujeres y hombres con sus hijos cargados al hombro. Nada fue motivo ni pretexto para dejar de expresar su repudio a una situación que si no fuese por las trágicas consecuencias que le ha acarreado a su pueblo podría ser calificada como surrealista.

Compleja es nuestra América pero, no cabe duda, la defensa de sus valores la hace con la pasión que ello amerita.