Gestion atolondrada
Como no soy supersticioso, no me permito hacer disquisiciones sobre la mala suerte vinculada al presente día. Hoy mis preocupaciones van por otro lado y las motivan una condición especialmente peligrosa: la gestión atolondrada de la cosa pública.
Puesto que no se trata de hacer polémica, sino de intentar defender los intereses nacionales, van al canto las pruebas de mi aserto. Comienzo por los temas militares. Cuando parecía que las tensiones entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas de la nación habían desaparecido, de pronto nos encontramos con el abrupto cambio del Comando Conjunto que le corta la cabeza a la más alta cúpula del Ejército, la Marina y la Aviación, privándonos de valioso contingente vinculado a la seguridad de la República. Es apenas obvio que lo reseñado haya producido múltiples comentarios de todo tipo, algunos absolutamente deschavetados; el hecho cierto es que designaciones que presumiblemente habían sido efectuadas para durar dos años, de pronto fueron abruptamente violentadas.
Por el estilo llama también la atención que cuando está por terminar el mandato se decida hacer una nueva crisis de gabinete, con fines confesadamente electoralistas, puesto que la decisión se vincula a poner a “los mejores cuadros” a trabajar en la campaña. Igualmente inexplicable resulta la decisión de incrementar el encaje bancario, so pretexto de estimular la concesión de créditos en una economía debilitada, sobre todo por la incertidumbre y la pérdida de confianza. Desconfianza esta última, que por supuesto se verá acrecentada con la medida, dadas las sospechas relacionadas con la utilización de los fondos destinados a encaje.
En cambio, otra medida a comentar, la Ley de Plusvalía, que con seguridad será aprobada sin modificaciones, aunque aparentemente sí guarda lógica con la búsqueda de simpatías de los sectores populares, sacude violentamente la economía nacional y terminará poniéndonos en riesgo a todos: a los que no nos preocupa directamente la plusvalía porque no tenemos bienes que la generen, y a los que sufriremos las consecuencias de tamaño atolondramiento, que no pudo haber encontrado peor momento para ponerse de manifiesto.
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