
El Funka Fest fue clasico y moderno
En esta segunda edición del festival asistieron más de 12 mil personas entre sábado y domingo. Ambas veladas reunieron varias disciplinas y generaciones.
Fue una velada de largos abrazos, sonrisas amplias y energía en todo su esplendor. La noche del pasado sábado, cierre del Funka Fest, se sintió vibrante y bien organizado en los exteriores del Palacio de Cristal. Siete agrupaciones tuvieron a cargo la parte musical del evento, que contó con el apoyo de la Empresa Pública Municipal de Turismo y la iniciativa privada.
Fue un show multigeneracional, aunque los veinteañeros fueron mayoría entre los más de 6 mil asistentes. Es que la cuota más pesada recayó en los colombianos Aterciopelados, una banda considerada un ícono del rock en español, y el dúo de música experimental electrónica Crystal Castles, muy popular entre los más jóvenes.
La participación del talento nacional estuvo a la altura de los shows internacionales, y en el que se demostró la diversidad de la propuestas de la escena local. Mina, EVHA, Moshi Moshi, VINU y Alkaloides tocaron hip-hop, fusión andina, pop electrónico y rock alternativo, respectivamente. Los dos últimos fueron los que mayor conexión lograron con quienes los veían desde abajo de la tarima y calentaron los motores para la presentación de los colombianos.
El clima de la ciudad colaboró para pasarla bien. La brisa fue fresca. Los jóvenes caminaban y bailaban cómodos entre la multitud. La mayoría llevaba el rostro pintado con asuntos tribales. En el aire se percibía el olor a marihuana, cerveza y cigarrillo. La gente la pasaba bien. No hubo ningún desmán y la policía estuvo siempre dando ronda.
Andrea Echeverri y Héctor Buitrago entraron a escena pisando fuerte y salieron de la misma forma. Su hora de presentación jamás decayó y fue la que más que atrajo al público, en el que convergieron adultos pasados de los 40 años, quienes vieron crecer la popularidad de los intérpretes de Baracunátana en los años 90 y los millennials que los escuchan como un referente de la música regional.
Clásico tras clásico, Echeverri y Buitrago hicieron bailar a todos con sus fusiones de rock, cumbia y demás ritmos latinos con su repertorio de su último álbum en vivo Reluciente, rechinante y aterciopelado.
El álbum, Soy la semilla nativa y Luz azul fueron de las más coreadas. El dominio escénico de los dos líderes del grupo y sus músicos, además de su fuerte estética, logró que todos entiendan y se diviertan con los mensajes de sus canciones. “Pilas ahí, chicas. Somos seres humanos bacanes, una chimba. ¡Vamos mujeres! Porque la que vende y que sale en la foto es la mujer que se desnuda. No somos un pedazo de carne”, comentó Andrea luego de cantar Yo amo mis piernas.
Además de pedir cuidado ambiental y autoaceptación, Echeverri bromeó con el público diciendo que a veces se pone “intensa”, pero pidió que todo Guayaquil cante con ella.
El reloj digital que marcaba el tiempo de cada banda le daba los últimos 10 minutos y ahí cantaron Florecita roquera, su tema insignia. Como si fuera un hada, Echeverri lanzó caramelitos de café mientras entonaba con voz grave los tonos de este tema.
Llegó el turno de los enigmáticos Crystal Castles, quienes en medio del escenario armaron sus consolas y tuvieron poca interacción con los asistentes. Su puesta en escena fue sencilla, pero su propuesta rica en sonidos, con el que lograron un buen balance.
La electrónica gustó a los más jóvenes, quienes no dejaron de saltar con los beats experimentales de los canadienses. Llegada la medianoche, los puestos de comida comenzaron a cerrar y ya a las 02:00 se terminó el espectáculo, que dejó contento a un público cada vez más abierto a propuestas alternativas de arte y música.