Devoción. El papa Francisco se postró ante el altar en la ceremonia de la Pasión de Cristo del Viernes Santo.

Francisco repudio la espiral de violencia

Predicador del papa dice que todo fluctúa, hasta “la distinción entre sexos”. El Viernes Santo sobrecogió a la basílica

El papa Francisco tachó ayer de “vergüenza” las “imágenes de devastación, destrucción y naufragio que se han convertido en ordinarias” en el mundo actual, tras presidir orante y en silencio el rito del viacrucis en un Coliseo romano blindado.

Francisco, ante 20.000 fieles según la Santa Sede, denunció “la sangre inocente que cotidianamente es derramada de mujeres, niños, inmigrantes y personas perseguidas por su color de piel, pertenencia étnica o social o por su fe” en Jesús de Nazaret.

También tuvo palabras de crítica hacia la propia Iglesia, por “las veces que nosotros, obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, hemos escandalizado y herido tu cuerpo y hemos olvidado nuestro primer amor, nuestro primer entusiasmo y nuestra total disponibilidad”.

Durante el viacrucis, la cruz fue portada por el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, pero también por otras personas como un discapacitado, dos estudiantes, una familia, así como por laicos y religiosos como los dos frailes franciscanos de Tierra Santa, uno de ellos argentino. Además de fieles procedentes de algunos de los países que el pontífice visitará este año, como Egipto, Portugal o Colombia, y otros a los que planea viajar, como India.

La zona fue blindada con un férreo dispositivo de seguridad por la amenaza terrorista, en el que se sucedieron los controles y por el que los principales accesos a los alrededores del Coliseo fueron cortados al tráfico y bloqueados con grandes coches policiales.

Las fuertes palabras de Francisco se dieron horas después de que conmemorara la Pasión del Señor con un acto en el que el predicador Raniero Cantalamessa defendió a la Iglesia como “esperanza única” en un mundo donde “todo es fluctuante, también la distinción entre sexos”.

En su alocución, Cantalamessa invitó a reflexionar sobre la razón por la que el mundo sigue recordando, “como si se hubiera producido ayer”, la muerte de Jesús de Nazaret casi 2.000 años después de que se perpetrara.

Explicó que la Pasión de Cristo no es “nada más que la crónica de una muerte violenta”, algo más que frecuente en la actualidad.

El acto, en el que no se realizó la consagración, concluyó con la oración universal, la adoración de la Santa Cruz y la comunión.